Metida en mi saco amanecí, con la nariz fría y los parpados perezosos. Cada día que pasa pienso que es el más frío de toda mi historia, la naturaleza me sigue sorprendiendo.
Me levanté y me fui al baño…miraba la regadera…ni por todo el dinero del mundo me metería, no me puedo imaginar el quitarme la ropa, al contrario me puse un par de capas sobre la pijama, toda una cebolla humana (por varias razones).
No recuerdo como fue que llegué a la parada de autobuses, congelada con los pensamientos adormecidos, me repetía: “el frío es un estado mental el frío es un estado mental” tenía ganas de gritar hasta que no tuvieran aire mis pulmones nada más no entendía el ¿por qué? de muchas cosas.
El autobús de las 8:30 am no se detuvo, iba repleto…15 minutos para que pasara el otro, me parecía injusto, traté de evitar en pensar en todas las cosas que me parecían injustas, este clima nada más me ponía en ese estado. Pasó el de las 8:45 am y la misma historia, ya eran las 8:53 ¿Voy o no a clase?
Me puedo regresar a casa, estar calientita hablar por teléfono y redactar un email lo suficientemente convencedor que la profesora se tenga que disculpar por osar tener clase tan temprano en la mañana. O puedo esperar tomar el autobús de las 9:00am llegar tarde y ser señalada como la típica latina que se rige por su propia puntualidad.
Llegué por fin a las 9 y 20 de la mañana ante todas las miradas blancas de mis compañeros y profesores. Antonio, convertido en Anthony me quedo enfrente, no me miró, leía concentrado el artículo que discutíamos. ¿Lo hace a propósito o no se ha dado cuenta de mí? No lo podía resistir…era la cosa más sexy que alguien pudiera hacerme.
Hablábamos y hablábamos de la teoría, cuando en mi cabeza se dibujaban las imágenes de la realidad, ninguna de las dos concuerdan, ¿para eso vengo a la escuela? Para darme cuenta que no tiene sentido esto, que la única verdad es la Revolución, suspiré ruidosamente…sentí que Antonio me notó.
La última que me hizo fue el sábado pasado cuando salimos a beber a uno de los bares del centro, yo iba con mis amigos y Antonio estaba sentado con un grupo de gente, medio alterada por el alcohol le grité de punta a punta del bar para saludarlo sin lograr que el moviera la mirada de la conversación.
No podía dejar de pensar en él, ¿por qué me trataba así?, ¿era personal o trataba así a todo el mundo? Tenía que averiguarlo este pensamiento me ocupaba la gran mayoría del tiempo. Tuvimos un descanso, Antonio regresaba con bagel y un café en la mano, sin más me le acerqué y le pregunté: ¿Dónde compraste tu café? Sin abrir la boca hizo un movimiento con la cabeza indicando la cafetería de enfrente y se siguió de largo.
Habría que hacer un trabajo en equipo, la profesora decidió darnos números para hacer los grupos diversos, cuando Antonio dijo dos, hice la cuenta inmediata para saber que número sería yo…!!!DOS!!! sí dos, trabajaría con él y otra chica, se me iluminó la cara, el siguió sin expresión, pasaron casi 40 min después de la noticia de los equipos.
Terminó la clase y habría que ponerse de acuerdo, me acercaba toda contenta, cuando la chica y Antonio salieron del edificio sin esperarme… yo me acomodaba el gorro y los guantes, les grité para que me esperaran, se detuvieron… Antonio me miró, rápidamente les pregunté que qué habríamos de hacer con el trabajo, él me preguntó con voz escéptica: ¿Estás en nuestro equipo?
En ese instante me di cuenta de cómo el frío me golpeaba en la cara.
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