Hay gente que proviene de lugares increíbles, de espacios que tienen mil historias que contar. Mis padres, por ejemplo, emigraron del pueblo hacia Madrid, de un pueblecito andaluz blanco y antiguo con fachadas tan viejas que se pierden en la historia. Yo, sin embargo, nací aquí, en Madrid, en Leganés.
En Leganés.... no me malinterpretéis, no es que no sea feliz aquí, pero es una ciudad tan sobria... No es más que un cúmulo desordenado de altos ladrillos naranjas, de jardines cuadriculados y de anchas calles con las mismas baldosas rotas que todas las demás ciudades sin vida. Nadie podría distinguir Fuenlabrada o Móstoles o Getafe de Leganés, o quizás si, Leganés tiene una pequeña diferencia.
Toda la magia que le falta a la ciudad ha ido a parar a un único lugar. A un lugar recóndito, escondido, casi invisible y tan sencillo.... Por la mañana no es más que un callejón en la parte de atrás de un mercado, lleno de pintadas de colores, de cajas, de basuras... Por la noche, sin embargo, algo elimina todos los colores de aquel rincón del mundo y se llena de grises.
Si preguntáis a cualquier persona que diga ser un poco razonable, culta, inteligente u observadora su respuesta será categórica: “Esa luz la produce la bombilla amarilla que hay encima de nuestras cabezas”. No creáis a quien os dice eso, pobre ignorante que miró la bombilla en lugar de las paredes. Aquellas paredes que arropan los colores con una manta de seguridad en blanco y negro.
Si alguna vez encontráis el callejón no entréis solos, no, entrad con alguien, y no con alguien cualquiera, sino con alguien con nombre, con pasado, con amor... Si alguna vez encontráis el callejón no habléis, no digáis una sola palabra, solo mirad a todas partes. Mirad las paredes primero, mirad esos cálidos muros de formas sin color y, si tenéis oportunidad, acercad un mechero a cualquiera de esas formas y veréis un rojo o un azul temblar de miedo ante la posibilidad de perder su hechizo blanquinegro.
Mirad después vuestras manos, vuestros pies, vuestra ropa. Comprobad que ya no es vuestro, que habéis dejado de ser vosotros. Entonces vuestra piel será más suave, vuestros ojos más brillantes, vuestro cuerpo más dulce.
Observad entonces a quien tenéis enfrente. Observad su belleza, ahora es toda la belleza del mundo, toda la magia del mundo. Y tocad. Tocad sin miedo, tocad su cara, su pelo, su pecho... tocad la armonía perfecta de su tacto. Y fijad los ojos en los ojos más ardientes que hubo nunca.
Besad, es el momento, besad con toda la pasión, con toda la ternura, con todo el amor que seáis capaces, besad con tanta fuerza que os duela la saliva. Quizás mientras suene algo asi como:
“You must remember this
a kiss is just a kiss”
Habréis vivido la mayor historia de amor jamás pensada y tras ello siempre os quedará París. Volveréis al mundo real deslumbrados por los faros de los coches y el amor ya no será igual, vosotros no seréis iguales y Leganés, Leganés no os volverá a parecer un cúmulo de ladrillos naranjas, jardines cuadriculados y baldosas rotas.
Yo lo viví, yo lo sentí, desde entonces paso las noches agazapada en un rincón del callejón temblando de miedo si una luz se acerca a descubrir mis colores.
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