Esta prosa la dedico a mi amor viajero, en cualquier país que se encuentre y en cualquier época del año........... es para tí Sorgalim. Buen viaje
Comenzaba el otoño, atrás había quedado el intenso verano con la vegetación seca y tostada por la inclemente irradiación solar, ríos agotados por la evaporación, y animales sedientos por la escasez del vital líquido. Así igual había quedado mi corazón todo mal trecho por la desdicha de un amor no consolidado, si no mas bien de paso y aventurero.
Los árboles comenzaban a desnudarse, para deleitarse con las lujuriosas caricias de la fresca brisa, que le rasgaban las vestiduras, y entregarse así a las orgías del otoño. Sus trapos (hojas), rodaban por el suelo, abriendo a sus anchas los brazos (ramas); para abrazar fuertemente a Eros, que los cubría con su manto de amor y deseo. Todo parecía semejarse a lo que esperaba encontrar en alguien con quien compartir; mis deseos hormonal, de hacer el amor con la persona amada.
La sorpresa llegó temprano al inicio del invierno. Con los helados vientos y bajas temperaturas, todo quedó en letargo y recogimiento personal, meditando, ordenando las ideas y acciones; todo se sumía en un silencio sacro y paz espiritual. El ambiente continuaba en esa misma armonía; los árboles y animales se abrumaban e igualmente parecían meditar.
Parecía que nunca iba a acabar, fue una espera larga y apacible; hasta que de pronto, el día menos esperado, cesó la nieve y la lluvia; y todo empezó a reverdecer. Las ramas de los árboles se cubrieron de hojas y flores, los animales correteaban y cortejaban a sus parejas como símbolo de querer aparearse, se oían distintos cantos de aves. Era la entrada de la primavera, tan ansiada por todos nosotros.
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