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Habiamos tirado al aire una moneda.
Si caía con la cara hacía nosotros, ganaba yo.
Si caía en su defecto, ganaba El.
Y ganó El.
Yo no soy buen perdedor, como buen Dios de lo natural, y le mandé un chubasco con algún granizo incosciente.
Dios creyó que yo no iba a hacer nada, y le moje la barba que tanto cuidaba.
Se encolerizó un poco nomás, luego me llevó hasta un rincón de su viñedo preferido, en donde nos emborrachamos.
En esa borrachera, me nombró por primera vez a los humanos, sus pequeños diablillos palidos.
Dijo que estaba pensando en dotarlos de libre albedrio. Me miró, como solo miraba Dios, y con los ojos enrojecidos, me dijo que estaba pensando seriamente en dejarles este lugar que morabamos solo nosotros. Tendriamos que mudarnos.
Le dije... Como le vamos a dejar este maravilloso eden a criaturas sin escrupulos, tan inestables...
Dios me dijo que pusiera la noche, que queria dormir la mona.
Puse la noche, y no pude dejar de pensar en lo que El habia dicho... Donde iriamos los demas dioses... Se que algunos no estarian de acuerdo, principalmente los orientales que eran tan sanguineos...
Puse la mañana con un sol amarillo palido, no estaba de buen animo.
Dios habia salido a cabalgar entre las montañas.
Me salió al paso el Dios de la guerra. Los chismes corrian rapido...
Quiso saber que habia de cierto en eso de dejar este lugar porque Dios habia decidido crear nuevos habitantes.
Le dije que no se preocupara, que tenia una idea para que El nos dejara en paz con esa tonteria.
Cuando Dios llegó, yo ya estaba poniendo la tarde.
Me preguntó si habia alguna novedad.
Ninguna, le dije.
Me dijo que ya lo habia decidido, que yo tenia que colaborar.
Me mandó a hacer una lluvia. Se metió en el barro con los pies descalzos y comenzó a hacer muñequitos. Eran sus famosos seres humanos.
Le pregunté si los queria hacer inmortales. Me dijo que si, que ellos lo merecian a pesar de su ignorancia.
No le hice caso. Mi lluvia no fue una tormenta de providencia, solo fue una llovisna breve.
Dios no se dio cuenta, tan alegre estaba con sus angelitos, que cantaba.
Terminó su obra.
Al irse a cabalgar a sus montañas, se dió vuelta y me dijo... Sé que trataste de engañarme, pero yo tambien te engañe... No seran inmortales, pero se procrearan...
Intenté una defensa, pero Dios era más listo.
Ya habria tiempo de venganzas.
Puse la noche y me preparé algunas valijas... No muchas... Ya regresariamos pronto a nuestro hogar...

Texto agregado el 02-03-2006, y leído por 109 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
02-03-2006 Me llamó la atención el tema del cuento. Buen termino. barbx
 
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