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La nada ya marzo 2006

Conque entonces, adiós. ¿No olvidas nada?
Bueno, vete... Podemos despedirnos.
¿Ya no tenemos nada qué decirnos?
Te dejo, puedes irte...
Aunque no, espera, espera todavía
que pare de llover... Espera un rato.
DESPEDIDA

PAUL GERALDY


Antes de ti, en ti y después de ti.
Rara forma para empezar una carta Aurora, pero traigo esas palabras clavadas desde hace algunos días.

Desapareció el café Duval, ahora sólo quedan nostalgias de viejas conversaciones y en forma particular, me mata la nostalgia de ti.

Creo que nunca olvidé contar cuantos besos se necesitaban para cubrir tu cuerpo, creo también que nunca olvidé decirte que te quería, se que me será difícil olvidarte, me pregunto cuan fácil para ti ha sido olvidarte de mi.

Ayer hubiéramos cumplido años de noviazgo, supongo lo olvidaste, si no fue así, que bien lo disimulaste, pero que puedo hacer, siempre me ha gustado interferir en la vida de los demás y hoy me doy cuenta que primero tengo que influir un poco en mi.

Se acabaron los dioses, murieron una mañana en que aquellas sirenas posaban para un infame, pero la penitencia no desaparece, cuánto mal nos habremos hecho Aurora.

Ya no se si tú eres mi catarsis o lo es esta estúpida pluma, tenía ganas de escribir y no quiero ahogarme, no encuentro a la persona que me lleve al cielo o me haga caer hasta el infierno, no encuentro a aquella.

¿Me amaste? Pregunta inútil ahora, la respuesta no cambiaría algo pero sigo preguntándome por qué nunca lo tuve claro, por qué siempre dude de lo que sentías por mí.

Hoy hay ceniza en la frente de las personas, es curioso que nadie se arrepienta.

¿Qué pasa en ese mundo que me parece tan extraño, Aurora? Sigues siendo aquella mujer que tenía miedo pero que hacía que las cosas parecieran fáciles, sigues – lo supongo – siendo directriz de muchas vidas, y yo estoy a punto de hacer las cosas fáciles lo mas difícil posible.

Existió una vez una cabaña, en ella lloraba un monito, en ella paría una gata, en aquella cabaña nadie pensó en nosotros, también hubo una vez una casa, en ella vivía la gente, en esa casa las personas permanecían en una realidad diferente a la mía, en ese lugar te querían a ti y no a mi y nunca, nunca te atreviste a decirles que tu al menos me querías a mi.




Me voy, quizá el camino me acerque un poco a ti, hace rato escuché el murmurar de un árbol y mencionó muchas cosas, tienen un lenguaje bastante curioso, espero no se equivoque.

Ya no tengo ganas de escribir, te llegará esta carta a muchos días de mí, quizá la leas y recuerdes que alguien del otro lado del planeta te sigue soñando.


Te quise mucho Aurora, mujer, te quiero mucho vaso inagotable, te quiero mucho amiga, amada y amante.

Desde aquí.
ARTURO

P.D.

En esta parte del mundo sigo muriendo.


Texto agregado el 02-03-2006, y leído por 280 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
20-08-2006 ¡La última oración! ¡La última oración! ¡Qué dura y desolada! Y no por eso menos cierta... Estrellas. OrlandoTeran
17-03-2006 vaya, no te conocia asi, esta parte desolada es como viento de azogue para una sombra perdida vihima
17-03-2006 Un gran relato bien me gusto mucho. gatelgto
13-03-2006 Muy hermosa. margarita-zamudio
02-03-2006 ante todo, honesto y con las palabras precisas, maestrísimo ojalá y no se equivoquen los arboles, un abrazo... --viNchO--
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