Y el muy idiota quería que el mundo fuera un lugar feliz.
- ¿Feliz para qué, idiota? – le gritó atormentado el rojo Dios y el idiota Dios morado lo miró a los ojos y le respondió con la humildad de sus convicciones instintivas “No lo sé, ¿Por qué no?”
- Es mucho trabajo, idiota, y además yo dejaría de ser Dios.
- Pero no dejarías de ser lo que has sido hasta ahora.
- ¿Qué sabes tú de lo que he sido yo hasta ahora?
El idiota Dios morado lo miró por un rato y la furia se acrecentó en al rojo Dios
- Es más – dijo el idiota - Podrías ser más de lo que has sido hasta ahora, y es más: en el camino podría incluso haber diversión.
- No es divertido dejar de ser Dios – dijo el rojo Dios con la furia aplacada por la voz del idiota.
Y el idiota Dios morado sintió esa extraña vibración energética en su cuerpo que está entre la risa y el llanto.