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Caminaba apurado pues estaba lloviendo. Llevaba casi una semana en esta ciudad que llueve a diario en verano y ahora me encontraba caminando hacia el paradero para tomar la combi que habría de llevarme a mi casa. Cusco es una ciudad majestuosa. Incomparable. Y estaba lloviendo.

Yo caminaba apurado y vi que se acercaba el zorrito. En Cusco las combis no tienen letreros que indican las rutas o los lugares donde se dirigen. Las combis están catalogadas por nombres como El Expreso Zorrito, Servicio Rápido, Expreso Batman, El Horizonte, etc y yo esperaba precisamente al zorrito para ir al hotel donde me hallaba hospedado. Subí con rapidez y me senté en el asiento que va en dirección contraria al resto de los asientos de la combi, es decir esa extensa banca para cuatro pasajeros detrás del asiento del chofer y los dos delanteros. Y la vi. Estaba sentada casi al final y sentí la calidez de su mirada pasear por mis ojos. Me quedé frío. Ella volteó al instante a seguir viendo el paisaje que emergía a través de una de las ventanas de el zorrito. Yo también dirigí mi rostro y la mirada hacia otra ventana en disimulo de contemplar las calles de la ciudad que se inundaba de paraguas y gente apurada tratando de refugiarse de la lluvia. Su cabello era como una noche hermosa. La garúa la acompañaba siempre y era el brillo que brotaba de sus ojos. ¿Cómo saber si era cierta? Era una mujer demasiado irreal y pensé que era cosa del destino subirme a esta combi. No había música como suele ser costumbre. Seguramente si me hubiera subido a otra combi ahora estaría escuchando algún top tonerazo de Pedro Suárez Vértiz, Dina Páucar u otra melodía que vaya del perreo al tropical más excelso. Pero esta noche nada. El silencio era hecho trizas por el sonido de la lluvia que irrumpía sobre la ciudad, las personas y la combi. Estaba lloviendo. La combi(el zorrito) era como una nube también. Y ella era el canto más bello de la más reciente gota de lluvia puesta en este carruaje como se pone una caricia sobre el corazón. Yo tenía tantas ganas de hablarle y el zorrito seguía avanzando pero tenía aún más ganas de seguir contemplándola y la luna seguía sin verse afuera pues estaba muy nublado, era de noche y llovía y no quería alarmarla pues ella seguramente pensaría mal de alguien que la mira tanto y con tanta atención. El zorrito se detuvo en el paradero siguiente, vi a tres chiquillas que caminaban y alzaron la vista hacia donde estaba ella, miraron por la ventana y una de ellas al verla sorprendió, jaló sus amigas y la saludaron. Ella al percatarse de esto devolvió el saludo con un movimiento de mano excelso y una sonrisa por la que hubiera muerto cualquier hombre. ¿Cómo es que una mujer así deja derramar tanta dulzura en un zorrito tan deslucido? Era una cosa que no podía comprender y cada vez crecía dentro de mi una especie de globo que estaba a punto de reventar y no me dejaba respirar, mientras en mi asiento hacía intentos majestuosos por conservar la vista en las calles y de vez en cuando, cuando subía alguien aprovechar el momento de admirarla. Porque admirar a alguien es mirarla pero como un “ad” adelante y eso tenía que ser bueno, pensé. Y entonces ya me tocaba bajar del carro pues el hotel estaba cerca sin embargo la ciudad crecía alejándose del hotel y yo no sabía en que lugar ella bajaría. Se acercaba el momento y yo tenía tanto temor como esperanza en ella. Cruzamos las miradas por vez tercera. Yo me sentía como un colegial esperando la hora de la salida para ver a la chica que le gusta. Quería hablarle. Sería factible quedarme en el zorrito hasta donde ella se bajase y entonces decirle no sé, cualquier cosa. Esa sería la única oportunidad de mi vida. Estaba muy nervioso. Llovía. En pocos días regresaría a mi ciudad.

- Baja en la esquina.

El zorrito paró la marcha, pasé entre dos personas que habían subido después de mí. Posé mi mirada sobre el suelo por donde corría un chorro de agua. Luego levanté la vista y vi alejarse ese zorrito entre gotas de agua, ella también se iría con su certeza de canto a otro lado. Y yo me arrepentí de no haberla seguido porque cosas tan hermosas e incomprensibles como este encuentro en un zorrito sólo suceden una vez en la vida. Estaba en Cusco y llovía.

Texto agregado el 01-03-2006, y leído por 183 visitantes. (0 votos)


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