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Cuando despertaron, ninguno pudo recordar como habían llegado ahí. Se sentían adormecidos, perdidos en aquel misterioso lugar. Chicho se acercó a Karla para acariciar su rostro desconsolado, Manu comenzó a dar vueltas buscando alguna salida en aquella oscuridad. De pronto una pequeña lámpara se prendía dejando al descubierto los enormes murales que mostraban hombres vestidos de pájaro y feroces jaguares. También se revelaron dos salidas opuestas al final del salón. Comenzaron a sentir un creciente y angustioso deseo de libertad.. La situación los terminó de convencer que era menester encontrar pronto una salida. A Manu nunca le gustó la compañía, por eso cuando vio que Chicho y Karla se decidían por el camino izquierdo, él emprendió solitario el camino opuesto. Chicho y Karla corrieron por la holgada galería del ala oeste, al fondo se encontraron con un mural impregnado de códigos incomprensibles y dos bifurcaciones en sentido opuesto. Ahí se quedaron detenidos sin claridad de acción. Manu, por el sector este, recorría acelerado un oscuro pasadizo cuando chocó de frente contra un muro invisible. Ahí descubrió que se trataba de una curva perpendicular .Luego de tomar, esta vez con parsimonia, la nueva recta hacia el norte, se encontró nuevamente con una pared invisible que lo volvía a desviar hacia el oeste, el tercer corredor se hacía más estrecho y el cuarto aún más. Ya comenzaba a intuir que se encontraba en un espiral de paredes invisibles, pero decidió continuar hasta el final del camino. A Chicho le bastó una mirada para que ella comprendiera que había llegado el momento de separarse. Chicho bajó hacia el sur con la perenne idea de libertad, pero cuando llegaba al final de la galería, chocó con un rincón de paredes invisibles que lo dejaron aturdidos y en el suelo, las paredes formaban un ángulo oblicuo que llevaban a un pasadizo directo al núcleo. Karla avanzó, asustada por su soledad, el lúgubre pasillo que no anunciaba destino. De pronto el camino tomó un giro perpendicular hacia la derecha, entonces se desvió a una nueva y extensa galería hasta encontrarse con la próxima esquina que volvía a cortar en noventa grados, esta vez el camino bajaba. Corriendo agotada la tercera recta, escuchó los agitados pasos de Manu que corría en dirección contraria por un pasillo paralelo. A pesar de su cercanía física, el grosor del muro que los separaba los hacía estar en los dos puntos más distantes de ese enorme laberinto. Karla ya comenzaba a intuir la geometría rectangular de su recorrido cuando se topó, justo antes de llegar a la tercera esquina, con un estrecho pasadizo que terminaba con un resplandeciente tesoro dorado. Hipnotizada por su avaricia, se desvió del camino que parecía el correcto y fue a buscar su recompensa. Cuando se encontraba a solo dos pasos del dorado, sintió un brusco temblor en sus patas, pero con el sesgo del tesoro en sus narices, se abalanzó sobre él y logró tomar todo lo que su cuerpo le permitió. Al intentar volver con el peso del oro en su barriga, el suelo se abrió en dos ventanales dejándola caer en una fosa infinita.
La diagonal llevó a Chicho a una estancia completamente cerrada, sin más remedio, tomó frustrado el largo camino de regreso. Cuando volvió al inicio de ese ángulo agudo, decidió tomar el camino de Karla y tratar de alcanzarla. Entonces se largó a correr por las extensas galerías con un ahogo insoportable. Manu por otro lado, terminaba de descubrir la trampa de su camino al llegar a un salón donde apenas tuvo espacio para girar y emprender con la máxima de las desidias el camino contrario. Chicho corría con mayor esfuerzo, sintiendo como el oxígeno escaseaba cada vez más en aquel encierro. Tomó las dos curvas cerradas y procedía a tomar la tercera cuando una bifurcación se le apareció de repente. Entonces vio y sintió la misma voracidad que Karla, y corrió con intemperancia hasta que el temblor del suelo detuviese su paso. Observó el tesoro incompleto, también las dos puertas en el piso y con la lucidez de haber descubierto la trampa, continuó por la galería anterior y tomó la última curva. Al final del pasillo vio el ángulo adyacente y complementario al de la curva oblicua, y pudo distinguir una pequeña franja de luz que se comenzaba a expandir por el sombrío mural. Encandilado frente a la puerta, Chicho comenzó a avanzar con paso aminorado. No se dio cuenta cuando una mano gigantesca lo tomó de la larga cola y lo colocó frente a unos ojos miopes. –Buen trabajo Chicho, no cabe duda de que eres el más inteligente de todos- Al recuperar la vista, se encontraba nuevamente en su hogar y con un tesoro doblemente mayor al que acababa de rechazar.

Texto agregado el 01-03-2006, y leído por 114 visitantes. (0 votos)


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