Seré como la sangre que fluye por tus venas,
seré el aire que respiras en la niebla,
seré la sal que cae de tu mesa,
pero jamás seré algo de tu dulce aspereza.
No se por dónde o por qué empezar,
no tengo idea de lo que hago, no tengo un soplo
de aquel aliento que me inspiraba...
solo sueños y proezas que ahora han sido acechadas.
No encuentro aquel aroma que me decía que hacer,
no encuentro la guía que me invita a descender,
no veo la partitura de tu vida y en consecuencia,
la dulzura de la dolce vita...
Me gustaría saber que hacer ahora,
que mirar a través de tu diplomacia y,
así saber si el viento me llama o solo colma los sueños y estacas.
Seguiré siendo fruto de tu cocecha,
seguiré siendo la luz de tu mirada,
seguiré siendo la persona que anhela aprender de tu cabeza,
más no, la que sale de tus entrañas.
No soy creación obstinada, no soy el yugo de tu ser,
no soy lo que pretendo hacer,
solo soy lo que quise aprender.
Y, ¿qué más da si el fruto se pudre?
¡qué más da si la carne se estremece!
¡qué puedo esperar de el jugo y sus sabores!
si la niebla escasa opaca mis temores.
¡Qué será del fervor de tu mirada!
tan densa, tan amarga.
¡Qué será de aquella luz incandecente!
tan opaca, tan desolada.
¡Qué pasará con tus ojos!
dulces y soñadores,
amplios con sus colores,
solos y tristes sin amores... como el agua en sus humillaciones
No quiero ser cruel, tampoco obstinada,
pero la realidad es dura, y no todo en ella es sorna,
no todo es fluorescente,
pero cada pétalo de una rosa,
es como la mirada que me diste aquel día,
en la casa de las hojas silenciosas.
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