Estaba en la piscina en la casa de Gaby, hacia calor, estábamos en la sombra y conversábamos sobre muchos temas buenos para nosotros, pero nada en especial… era hora de ese rico chapuzón, el calor nos estaba sofocando, ella se adelanto y se zambulló primero, pero, antes de que yo lo hiciera, me fijé que sobre la superficie del agua que flotaba una “chinita”, era color naranja, pequeña y frágil. No se movía, estaba aparentemente muerta. La tome entre mis manos y Salí del agua, las mantuve ahí por un buen rato. Comenzó a moverse, lentamente se reincorporo al mundo, esperaba que se secara, pero, parecía no poder volar, abría su coraza repetidas veces, mas no lograba sacar sus alas, aun no tenia el deleite de poder verlas. Repentinamente mi instinto de ser dominante de este planeta y de destructor por naturaleza, más aun de hombre cavernícola, salio a flote, emanaba desde mi interior con gran poder. Era prácticamente inevitable, quería sacudir mi mano, ver que la chinita estuviese lejos y en lo posible que muriese, era una necesidad causar dolor a la desdichada criatura, es como si Dios hubiese querido el destino final para la pobre chinita y el elegido para hacer la tarea final fui yo, mas bien fue mi cuerpo, yo no era conciente de mis actos, pero, ¿como se combate contra nuestro instinto?, si muchas veces somos un perro con hidrofobia, que no seamos capaces de vivir en armonía con la naturaleza, si dos hombres no son capaces de ser fraternos, como se espera que no asesine a la pequeña. Finalmente algo me despertó de este trance, abrí mis ojos y me percate de que todas esas sensaciones habían desaparecido, logre dolarle el brazo al todo poderoso, a aquel que lo creo todo, a aquel que me creo. En una pelea que nunca pensé que fuera a ganar. Un dios contra un simple mortal, Sensibilidad versus brutalidad, es algo difícil de creer, logre que la pequeña chinita estuviese en mi mano el tiempo suficiente, en el cual se dio muchas vueltas, trato incontables veces de sacar sus alitas de cristal. Semi-transparentes y frágiles y delgadas. Creo que no volaba por que estuviese mojada, si no por que no tenía la confianza suficiente para hacerlo, después de todo lo que vivió y de estar el borde de la muerte. Sople sobre ella tratando de decirle “tu puedes” y que el viento le ayudara a despegar, fue inútil hasta que finalmente alzó sus alas y ; por cuenta propia, voló hacia el infinito. Gaby me miro directamente a los ojos y me dijo: “tuviste en tus manos la decisión de la vida… ¿que se siente ser Dios?” |