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Inicio / Cuenteros Locales / lorenzomontserrat / El cobertizo del amor(IV)

[C:1845]

El día despertó gris. El cielo estaba cubierto de unas nubes negras ,amenazadoras de que en cualquier momento podría desencadenarse una fuerte y torrencial lluvia. Torres de Marfil, que así se llamaba aquella pequeña y tranquila ciudad, era muy propicia a recibir grandes cantidades de agua de lluvia todos los comienzos de primavera.

Sobre las diez de la mañana, en la oficina del comisario Salvaterra, estacionó delante de la entrada un vehículo, de él bajaron dos personas que se introdujeron en el interior de la comisaría.

-Siéntese señora, haga el favor. Y usted también-indicó Salvaterra a los dos presentes en su oficina.
Así que usted es la madre de Verónica ,¿Y este señor, quién es?-preguntó el comisario.
Presente en la oficina había también, la policía, que estuvo el día anterior en la casa durante el pequeño interrogatorio a Verónica después de los hechos ocurridos.
-Este señor es el tutor de mi hija en el colegio donde cursa Secundaria-dijo la mujer.
-¿Y se llama usted...?
-Jorge, Jorge Sandoval-respondió el profesor.

Veamos señora...¿No me dijo cual es su nombre verdad?-pregunto el jefe, a quien no le quitaba la vista de encima la policía, que seguía apuntando todo lo que se hablaba allí.
-Disculpe comisario, no se lo dije. Yo soy Asunción Ibáñez-contestó la mujer también a la pregunta de Salvaterra.
La mujer, madre de Verónica, se la notaba nerviosa. Deseaba ver a su hija, que estaba en el hospital custodiada por dos policías para cuando le dieran el alta, después de una revisión, ser trasladada a las dependencias de la comisaría en espera de un interrogatorio por parte del juez que iba a llevar el caso.

A la madre de la muchacha le explicaron los hechos ocurridos el día anterior en su casa. Ésta necesitó de asistencia en aquel momento, atendiéndola la policía. La cosa no llegó a mayores.
El comisario salió de su oficina alegando tener que ir a solucionar unos asuntos y que ya sería avisada si su presencia la requería el caso. Al profesor le dijo lo mismo.

Los dos policías que habían en la puerta de la habitación del hospital se levantaron de sus asientos cuando vieron aparecer por el fondo del pasillo al comisario Salvaterra.
-Señor-les saludaron los dos a su jefe.
-Déjenme solo con la muchacha, he de hacerle unas preguntas, váyanse a tomar unos cafés, es cosa de diez minutos-dijo el comisario a sus subordinados.

Entró en la habitación y se acercó a la muchacha que estaba en la cama con los ojos cerrados y tapada con una sábana.
-Hola Verónica,¿Cómo te encuentras?-preguntó el comisario sin levantar mucho la voz.
La muchacha abrió los ojos encontrándose ante ellos los del comisario.
-Hola,¿Qué hace usted aquí, qué quiere?-le respondió con extrañeza por verlo allí y tan cerca de ella.
-Solo quiero que me repitas que es lo que sucedió ayer exactamente, a ver, yo haré de la persona que te atacó y tu haces lo mismo que hiciste ayer cuando te lo encontraste encima,¿De acuerdo, guapa?.-Dijo Salvaterra mientras se iba quitando la ropa.

Los ojos de Verónica se agrandaron al ver aquello, no entendía lo que el comisario le había propuesto. No tuvo más tiempo de pensar, el comisario completamente desnudo le quitó la sábana de encima a la muchacha y se abalanzó sobre ella, le abrió las piernas y le introdujo el pene en su sexo forzándola, ya que ella intento cerrar las piernas. Intentaba apartarlo, intentaba gritar, pero le tapó la boca con una mano mientras le decía:¿Así te gusta puta?,venga dime como te lo hizo tu padre, venga dímelo.

Luego, cuando el placer estaba a punto de venirle la sacó y le echó el semen por la cara, tal y como Verónica había contado el día anterior.
-Ahora, chúpamela puta-le seguía diciendo el comisario.
La muchacha alargó la mano, como pudo, mientras tragaba semen de Salvaterra y alcanzó un bisturí que había encima de la mesilla junto a la cama.

¡Así fue como me cargué a mi padre hijo de puta, así!-Decía Verónica al dejar de chupar la verga del comisario y sacando fuerzas de donde no las había-aquel hijo de puta pesaba mas que un elefante, pero no impidió que esas fuerzas las usara para ir metiéndole y sacándole tantas veces como pudo el bisturí en el cuerpo de Salvaterra, tantas que la sangre salía a borbotones inundando todo el cuerpo de la muchacha que seguía aún debajo.
De un golpe se lo quitó de encima, cayendo al suelo entre un charco de sangre.

La cara de estupefacción y asco que pusieron los dos policías encargados de la vigilancia de Verónica nada más abrir la puerta fue tal, que tuvieron que salir corriendo a vomitar en un rincón de la sala.

El cuerpo de Salvaterra fue retirado de allí y se inició la búsqueda enseguida de la muchacha que había desaparecido del hospital.

>>>>>>>>Continuará....
®Manuel Muñoz García-2003












Texto agregado el 02-02-2003, y leído por 392 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
02-02-2003 Juaaa, cada vez está mejor jajajaj que sigaaaaa, besos, Ana Cecilia. AnaCecilia
 
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