Carnaval en Wall Street. (Para lolasanabria).

El último sábado de febrero,como cada año, se repetía la misma ceremonia.
En la planta cincuenta y cuatro del edificio Maxwell, en el cogollo de la City, se celebraba el baile de disfraces para altos ejecutivos y brokers de Bolsa. El número de invitados era siempre idéntico: doscientos.
A las doce en punto de la noche el jefe de mayordomos de librea cerraba herméticamente todas las puertas del recinto y apagaba las luces durante cinco minutos exactos, lapso en el que los invitados debían arrancarse las máscaras que lucían el resto del año y mostrar su auténtica naturaleza.
Hecha la luz, en el salón aparecían doscientas criaturas de la siguiente calaña: tiburones con dientes de acero; tigres bengalíes con zarpas de cianuro; vampiros con recámara; serpientes de cicuta y garrapatas dentadas.
Cuando el primer rayo de sol rompía el cristal del lucernario,el camarlengo de los maestresalas retiraba los cadáveres descuartizados de aquellas bestias que no habían podido reprimir su instinto y se habían devorado.