Hola Ramón, ya te he explicado que no quiero verte más, que tus palabras han superado la crueldad de tenerme y no, que no sabes lo que es amar aunque me sigas pensando. Tu matrimonio ha pesado siempre más entre nosotros, tus hijos, tu casa, hasta tu perro ha valido como excusa para no llegar a horario, tu trabajo, tus amigos y no quiero pensar también en tus otras amantes. Yo te quise bien, dejé pasar al tiempo con su presurosa carga, me acostaba rodeando tu silueta para amanecer vacía de todo, esperaba tus cartas junto a las flores, tu inocencia arrebatada por todos estos años; y no voy a rendirme otra vez, te quiero demasiado para volver a hacerlo, fui tuya, paralela e incondicional a tus temores, fiel a tus designios y ya vez nada obtuve a cambio, solo la certeza de que aún sigues casado con la misma mujer de entonces, Catalina mi mejor amiga a la que traicioné solo por ti. No quiero saber nada, ni cartas, ni flores, ni llamadas a escondidas, yo sigo siendo libre con la mirada hacia delante; ¿Qué si te amé?, qué pregunta más absurda, claro que lo hice y vaya el pago que me has dado, nada, ahora todo terminó para los dos, disfruta el tiempo que te resta con tu esposa que bien la has corneado, al menos que alguno de los dos sea feliz. Te dejo esta carta en honor de aquel pasado, pero recuerda no más nada de ti quiero en mi vida. Me despido hasta siempre o hasta nunca como sea, Carmen.
P.D.: Válido como el testamento de Carmen Molina de 83 años ( q.e.p.d.), a su único heredero emocional Ramón Figueroa de 81.
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