- ¿Que pasa jefe?, lo noto preocupado.
- No me preguntes Jaime.
- Señor, no me llamo Jaime...
- No me interesa, todos los choferes se llaman Jaime y, para mí, tu serás Jaime, ¿entendido?.
- Si señor.
- Hey, detente aquí, creo que encontré lo que buscaba.
La limosina del diminuto hombre de ojos azules, se detuvo frente a su bodega, en la primera noche de lluvia en el gran Santiago.
- ¿Quiénes son ustedes y que hacen aquí? –acompañado por tres hombres, se dirigió a los jóvenes que en ese instante ocupaban su bodega; impuso su voz, pues su estatura no lo ayudaba.
- ¿qué pa’? a caso esto es suyo. –le respondió el “Pato”, y dos de los hombres se acercaron violentamente.
- Tranquilo viejo, ya nos vamos. –le dijo Manuel para apagar la tención.
- Nadie se va a ninguna parte, tiene tres opciones, los meto preso, los golpeo o me hacen un trabajito.
- A ver, habla...
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