La serpiente se enrollaba en su cuello impidiéndole pronunciar palabra alguna, sofocándolo hasta perder la conciencia. La ponzoñosa se aposentaba ahí desde su niñez, dando rienda suelta a sus oscuras pasiones, contaminando con malditos venenos cualquier frase que el individuo quisiese pronunciar, ejerciendo completo dominio sobre la esencia del ser indefenso.
Su alma aplacada jamás pudo manifestar los verdaderos sentimientos, remitiéndose a perecer lentamente bajo el sofoco de las palabras que nunca se atrevió a pronunciar. Las sentencias fueron sepultadas por las cobardes manos que se mostraron incompetentes ante la posibilidad de ahogar a la víbora, la que ferozmente siguió aferrándose a la garganta con más fuerzas.
Dedicado a todas las personas que dicen lo que no deben y que hacen lo que no quieren.
Texto agregado el 26-02-2006, y leído por 128
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