Continuación - DANI Y PEDRO
Cenaron en el restaurante que acostumbraban a visitar en los grandes acontecimientos.
Allí ya sabían que tenían que colocar una de esas sillas para niños que son más altas para que se acomodase Dani.
Aperitivo de lujo con marisco fresco y una buena lubina de kilo y medio hecha al horno con su guarnición. Todo regado con un vino blanco bien fresco.
Se les desató la lengua con el vino de Rueda. Los chascarrillos dieron paso a los chistes de medio tono y al minuto estaban partiéndose de risa con chistes de sal gruesa.
Como la risa se contagiaba a las mesas contiguas y Dani tenía ese atractivo que solo las personas con grandes discapacidades, pero en absoluto acomplejadas, tienen, con los últimos chistes y anécdotas formaron corro junto con el dueño del local, que invitó a varias botellas de cava.
Salieron a la calle. Los charcos evidenciaban la lluvia reciente y la temperatura había descendido bastante en relación a las horas de sol.
Todavía grandes risotadas entre los dos y el monocorde siseo del motor eléctrico de la silla de ruedas.
En un giro sobre sí mismo, Pedro se quitó la chaqueta y, dos metros delante de Dani, la usó de capote con él, a lo que su hermano respondió levantando los bracitos en forma de astas de toro bravo y mugiendo. Más risas, no sólo suyas sino de los barrenderos nocturnos en la acera de enfrente que habían visto la verónica.
• Hemos de hacer planes.- Dijo Dani, sentados ya en el sofá de casa.
• Sí, eso, hemos de hacer planes y tener planes JAJAJAJAJAJA Porque hace que no me como una rosca, que ni se sabe.
• Me apetece viajar, Pedro, hermanete.
• Viajar a dónde.
• Ver mundo. No quiero despedirme de él sin haber salido más que a la playa de Cullera.
• A mi me mola, lo sabes, pero a ti te toca hacer los planes. Tú eres el cerebrito.- Halagó a su hermano.
Daniel meditó unos instantes. Miró a su hermano sonriendo pícaramente y dijo: “¡Ya está, nos vamos a dar la vuelta al mundo!”.
• JAJAJAJAJAJAJA
• ¿Qué? ¿No crees que podamos hacerlo? ¿Mi enfermedad puede ser un impedimento? Aún arrastras me iría, Pedro.
Al hermano mayor se le arrasaron los ojos de lágrimas. Miró los grandes ojos de Dani, eran ventanales al infinito.
• El cava te filtró las meninges y se te ocurren cosas inverosímiles.
• Nada de eso. Nunca hablé más en serio.
Confiaba plenamente en su hermano. Sabía que cuando lo había dicho no era que lo pensaba por primera vez, que lo tendría más que masticado todo y había aguardado hasta entonces para decírselo, esperando la oportunidad que le ofrecía una noche como aquella.
Los primeros rayos de sol atravesaron los visillos y dieron un tinte rosado a la cara de Dani que aún hablaba animoso acerca de los proyectos. A su lado una libreta de gusanillo pequeña, donde había anotado todo desde que supo que la herencia del abuelo era tan abultada.
Se pusieron en marcha con un único objetivo: dar la vuelta al mundo.
Compraron la mejor silla de ruedas, con batería de larga duración recargable y autonomía para horas, gracias a un pequeño panel solar que le recargaba constantemente mientras estuviese a la intemperie. De ruedas cambiables fácilmente, GPS, ordenador de abordo con capacidad para Internet vía satélite, cubierta plegada para casos de lluvia y dirigible manual, bucal y verbal. En el respaldo, camufladas detrás de la batería, dos ruedas con sus soportes, que, al desplegarlas, forman una tercera rueda por lado, pudiéndose acoplar unas cadenas de goma con buena base para que uniese las tres, a modo de oruga y trasladarse por terreno abrupto.
Continuará
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