Si por sus venas corren colores que afloran en cada rasguño de piel marcada en juventud por avatares incontables de la vida, se ha de saber que desde el mismo día después de nacer, la musa tocó su frente y, con amoroso pincel, impregnó su mente de ideas que pugnan por encontrar salida.
Niñez tocada de rubios rizos bajo los que bullían ideas locas perfilando al atormentado adolescente que, en chapones de madera y laterales de cartón, comenzó a explorar el mundo de la creación.
“…Ebrio de ciencia y presunción
Sus alas de cera volaron a zonas prohibidas
Y el fuego del cielo determinó su caída…”
(Fausto.Ch. Marlowe)
Dando esquinazo a su Mefistófeles particular, cual ave fénix resurgiendo de sus cenizas, remontó el vuelo para poder pintar ojos en las palmeras que vigilan las idas y venidas de los que el universo habitan.
Viajero de mochila y sueños, cada rincón del mundo que pisan sus sandalias berebere, marca a fuego y sangre sus entrañas, para parir con tino y silencio los gritos de los más humildes que miran con ojos cansados las injusticias de nuestro loco mundo.
Pintor sin pretensión explícita, hacedor de materias que cobran vida en incontables historias de pasión, odio, amor, amistad y rutinas.
Hombre ante todo, de manos menudas que a veces golpean y a veces acarician, verbo fluido, fatuo en ocasiones, a veces acertado, amigo de sus amigos, amante de sus amores, seguro de sus principios lejanos de la codicia.
Porque se quiere aprende a cuidarse, y porque nos quiere nos regala gotas de la esencia de su arte, en ocasiones prolífico, en ocasiones escaso, siempre desbordante de creatividad y sinceridad de sentimientos.
Habrá quien disfrute, habrá quien comprenda, habrá quien no vea un espíritu en continua evolución, lo cierto es que a nadie dejará indiferente.
Fiel a su doctrina,”… che serà serà”.
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