Una condición sine qua non para este ejercicio va a ser su disposición espacial dentro del recinto cuyo empleo más común es el del aseo personal y que recibe el nombre genérico de ducha. Otra formalidad, ya no necesaria pero sí conveniente, es que en el momento de la ejecución el agua caiga sobre su cuerpo proveniente del artilugio elevado denominado vulgarmente alcachofa (no tema por lo soez de la palabra, es así). Ello motivará que usted actúe con más ímpetu y vigor para poder escucharse a sí mismo, lo que repercutirá en un mayor disfrute del acto. De paso, quedará más limpio. Un consejo derivado de lo anterior es que procure, como acto previo, despojarse de su ropa. No olvide también hacerlo del reloj en caso de que desconfíe del habitual grabado en lengua anglosajona ubicado en su parte posterior, que según el modelo será “Water Proof” o “Water Resistant”.
En función del aparato ducha que vaya a utilizar, puede darse el caso en que el cono de agua manante de la susodicha alcachofa no llegue a usted en una estricta alineación vertical, sino de forma más o menos inclinada (y cabe decir que esta desviación será directamente proporcional a la altura corporal de su persona). Si esta circunstancia tiene lugar, procure mantenerse la mayor parte del tiempo de espaldas al haz acuoso pues, como se verá más adelante, el ejercicio requerirá de continuadas aperturas de su boca, con el evidente riesgo de que el agua se introduzca por tal orificio y más allá, causándole una molesta tos (cuando no arcadas) que malogrará el acto e incluso su salud. Hay valientes que han hecho caso omiso de esta advertencia y no han regresado para contarlo.
Ante todo, tenga presente una cosa: para la ejecución de esta maniobra no va a precisar usted ser un tenor reconocido o una cantante negra de gospel (ni siquiera blanca). Es más, en el caso improbable de que esto sea así, procure olvidarse de tal circunstancia y asumir que no cobrará por su actuación, y que más gratificante resultará para usted la experiencia en tanto más desafine y se deje llevar.
Hechas estas consideraciones iniciales, vayamos con el acto en sí:
Abra la boca. Esto considero que no necesita de más explicaciones complementarias en el caso de que haya seguido mi consejo anterior respecto a cómo ubicarse si el chorro de agua no es vertical.
He de suponer también que, si usted está capacitado para leer estas letras, tendrá las suficientes nociones de cómo expulsar el aire de sus pulmones para hacer vibrar las cuerdas vocales y producir los sonidos humanos que constituyen la voz articulada. Podría suceder que se encuentre en el grupo de personas con el impedimento físico de la mudez, en cuyo caso, lamentablemente, debo comunicarle que ha perdido el tiempo leyendo hasta aquí, pues usted nunca podrá llevar a cabo el ejercicio propuesto.
Ahora, cante. Sabe que esta variante del habla se caracteriza por una clara definición de los golpes de voz, suficientemente reiterativos, que constituye el denominado ritmo o compás. Se produce así una cadencia más o menos melódica de versos que, como en la poesía (elevado género), suelen estar rimados y aglutinarse en estrofas.
Lo habitual es que el conjunto global de las estrofas (canción) no haya sido predeterminado. Surgirá espontáneamente del fondo de su memoria, donde estarán almacenados tanto el ritmo como la letra. Sobre esta última decir que no es condición necesaria que la recuerde entera, las partes olvidadas está permitido sustituirlas por términos sobradamente conocidos como tarareo, murmullo o silbido*.
Es curioso observar que, aunque el tema a interpretar no suele escogerse con anticipación, sí que se ha constatado una cierta predisposición en cuanto al género musical, en función de dos variables:
- Estado anímico
Cuanto mayor es la felicidad o animosidad en el actuante, más se tiende hacia formatos de ritmo acelerado como, por ejemplo y según gusto, rock, pop o movimientos de ópera que vayan del allegro al presto. Por el contrario, si usted se encuentra abocado a la tristeza o la pereza, seguramente acabará decidiéndose por un estilo más sosegado o melancólico, como un blues, una pieza de soul profundo o los pasajes más desgarradores de las arias de Verdi. Incluso pueda ser que su desolación sea tan intensa que le resulte imposible llevar a cabo el ejercicio por no estar para pendejadas.
- Temperatura del agua
Si ha decidido seguir el consejo de que caiga el agua, esta lo hará con cierta temperatura, variable según aspectos varios: la época del año; su resistencia al frío o al calor; que se haya olvidado de encender el calentador o de cambiar la bombona de butano o de pagar los recibos de gas natural; que se encuentre en las duchas de un local público que esté a cargo del ayuntamiento (ya me entiende); que sea mujer y se haya creído eso de que el agua fría ayuda a mantener los pechos tersos y levantados; etc. Está comprobado, pues, que las temperaturas frías invitan al mismo tipo de cantos que antes asociamos a la felicidad, mientras que las calientes predisponen a los mismos que la tristeza.
Si ha seguido usted todos los pasos y consejos indicados, usted estará ahora mismo, sin ningún género de dudas, cantando en la ducha. Puede decirse, entonces, que ha llevado con éxito el ejercicio. No obstante, déjeme describirle cómo suele continuar el proceso para que no lo pille desprevenido.
En el caso de que usted haya decidido que cantar no era su objetivo principal al introducirse en la ducha, lo más probable es que esté aprovechando para asearse. Usará, en combinación con el agua, productos fabricados para la ocasión, como puede ser el champú o el gel del baño. Los extenderá por su cabello y piel mediante las manos u, opcional, una esponja. Curiosamente, a medida que cante, el ritmo de fricción comenzará a adquirir cierto acompasamiento con el ritmo de la interpretación. Con el tiempo, notará cómo una sensación íntima lo irá embargando, bien hacia la euforia o bien hacia la melancolía (ver apartado del estado anímico). Se sentirá más seguro de sus posibilidades canoras e irá de forma paulatina elevando el volumen de su voz hasta, quizá, llegar al éxtasis. Pero, en el mismo instante en que cierre el caudal de agua saliente, se callará. Comprobado. Mientras a continuación se deshaga de los restos acuosos de su cuerpo con artilugios tales como la toalla o el secador, es posible que retome el canto o aplique alguno de sus sustitutivos (ver párrafo sobre olvido de la letra). Mas nunca, se lo aseguro, alcanzará el placer sensitivo experimentado durante la ducha.
Cabe señalar que en ocasiones la ruptura en la interpretación es anterior al acto de obturar el paso del agua hacia la alcachofa o, lo digo al fin, cerrar el grifo. Esto suele suceder cuando cuenta usted con una familia impaciente o vecinos sensibles, que aporrearán puerta, paredes, techo o suelo, según se tercie. Quizá, en función de la educación de tales personajes, llegue a tener que escuchar ciertos vocablos escabrosos que prefiero no detallar por pudor. Todo esto, a menudo, lo cohibirá, se hará consciente de que no está solo en este mundo y seguirá su proceso de lavado y enjuague envuelto en un triste silencio. A lo sumo, un tenue murmullo. No se desanime, habrá nuevas ocasiones. La ducha estará ahí siempre, en su casa, esperando. Los humanos no.
*Para más referencias sobre estos términos, consultar el libro “Modulaciones vocales” (Ed. Musikalisch, 2001) del insigne foniatra y operista Marcus Stimme. |