Ella y yo nos acostaremos muy acurrucaditos esta noche para tratar de desafiarnos mutuamente, ella con sus lloriqueos nasales y yo con mis espasmos y escalofríos. Para vencerla, desnudarla y dejarla exánime en el lecho, sudándolo todo ambos tras los fragores de esta enconada batalla, nos beberemos un brebaje que a ella le sabrá a gloria y a muerte. Y horas más tarde, la mañana se filtrará fisgona por los orificios de mi dormitorio para contemplar a un hombre exhausto y a una sombra en fuga, yo por fin descansaré de ella y ella, esta terrible gripe, se batirá en silenciosa retirada…