UNA HOJA EN BLANCO
¿Cuántas veces nos enfrentamos a este dilema?
“una hoja en blanco”
Podemos intentar algo...tibio y neutro, rogando o suplicando por una gota de imaginación; pero esta es caprichosa...malvada diría...
A veces las ideas son demasiado largas, y las pocas ganas de transcribirlas nos hacen desecharlas o postergarlas, hasta que el infinito cofre de nuestra memoria la recicla...o la elimina para siempre.
¿Cuántas buenas historias quedan en el olvido?
¿Serian buenas realmente?
O mejor me pregunto: ¿Cuántas buenas historias destruimos con nuestra prosa primitiva, con nuestra limitada gramática, o nuestra falta de disciplina narrativa?
Creo que miles...yo por lo menos lo hago, y soy consiente de ello.
Miremos este tonto ejemplo:
Me senté frente a la hoja en blanco, comencé a escribir (tenia ganas de hacerlo), vi que empezaban a aparecer las letras que forman las palabras, me preocupe un poco (¿poco?) porque tenga cierto orden y concordancia, etc.
Escribí...y no tenía la más puta idea de sobre que hacerlo...no tenia idea, ni personaje, ni imagen...ni siquiera tenia argumento.
En resumen...NADA.
Y lo que mas odio es que, casi con seguridad, apague la maquina, apoye la cabeza en la almohada y después de unos minutos diga: “puta que lo parió...se me ocurrió...justo ahora que comenzaba a dormirme”
A veces pienso que mejor seria armar maquetas de aviones de la guerra del catorce, que escribir...por lo menos, de esa manera, no me rompería la cabeza pensando historias que contar...
Pero... ¿que le voy a hacer?..., a mi, como seguramente les pasa a ustedes...me gusta escribir...aunque sea como ahora...de nada.
Bah¡...mejor me voy a dormir
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