No pude elegir tu nombre pero si elegí quererte…
Quererte como no estaba en mis planes, ni mis planos, ni mis plenos, ni mucho menos en mis plazos.
Acostarme de noche y seguir en la oscuridad tu cara de asombro o tu risa inocente (y la forzada también por qué no).
Cómo no ser devoto a tu religión de inocencia y belleza. Cómo no acompañarte en tu mundo de descubrimientos asombrosos. Cómo no compartir contigo los juegos de jardín y tu caos estructurado.
¿Sabes? A veces es difícil estar lejos y no ver tu caminar de payasito porfiado o tu baile coordinado a compases celestes. Pero el saberte me calma la impaciencia, esa que a veces se vuelve sofocante, casi invencible… infumable como hubiese dicho una vieja amiga mía.
Entonces tus ojos se aparecen como luciérnagas al anochecer – si pudieras ver tus ojos a través de los míos me entenderías - y las cargas se vuelven calmas, y descansado me tiendo a pensar en cómo me encantaría hablar tu idioma y ver el mundo a través de esos ojos empapados de vida.
¿Y si pudiéramos cambiar el pasado? ¿Si yo pudiese hacer o deshacer ciertas cosas? ¿Serías flor de mi semilla? ¿Te gustaría? ¿Me gustaría?
En verdad lo pasado queda ahí, como escritos del libro de nuestra historia, de tu historia, de la cual espero ser parte como protagonista principal, y todo cuanto pueda hacer para que la felicidad se quede con tus horas, lo haré con el mayor de los agrados. Es duro pensar que no vi tus comienzos, eres igual a las fotos que recibí… pero a la vez tan diferente.
Un año. En un año perdí tu primer llanto, tus primeros pasos, tus primeras palabras, tu primer diente… tu florecer a la vida. Pero después de todo creo que no llegué tan tarde, me quedan tu primer día de clase, tu primera caída en bicicleta, tu primer amor de niña, tu primer beso, tu primera desilusión… Nos queda un mundo por conocer juntos, un mundo por aprender, un mundo por compartir.
Te propongo un juego, puedo jugar a ser tu padre y tú mi hija. Juguemos a la ronda y la escondida, al pillarse y a la pallalla, a rodar por el cerro, a taparnos de barro, a buscar bichitos en la playa, a caminar sin destino, a contagiarnos de risa, a tirarnos comida… Te propongo un juego, el que tú elijas, yo estaré cuidando tus espaldas y mirando que no caigas, y si caes estaré para levantarte. Hija te propongo un juego… querernos hasta que caiga el día, hasta que no demos más de dicha, hasta que estemos saciados de vida… O simplemente hasta que el pasto cubra mis botas cuero negro.
No pude elegir tu nombre pero si elegí quererte…
Y esa elección ha cambiado mi vida, ahora todo se ve con colores diferente, el alba se percibe de otra forma... Todo gira en torno a ti (lo siento Galileo, pero no tenías razón en todo).
No pude elegir tu nombre pero si elegí quererte…
Y como yo elegí quererte, espero que algún día, tú elijas como nombrarme...
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