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El Reencuentro

Hacía tiempo que Soledad no visitaba la casa de su abuela. Había perdido el interés por ese barrio, su gente, sus primos y sus amistades. A veces se tomaba la molestia de ir hasta allá, casi por obligación, cuando uno de ellos cumplía años o se casaba. Pero esa no era la ocasión. Aquel día Soledad no fue por ningún motivo en particular. Todo parecía indicar que el destino la empujaba a un extraño reencuentro.

Ella caminaba por la acera, pensativa, recordando las horas antes en que había discutido fuertemente con su padre y había decidido salir caminando sin rumbo fijo, dejándolo con las palabras en la boca. Al transitar por esas calles los recuerdos venían a su mente, y su cabeza se llenaba de imágenes, paradójicamente, tan poco claras como latentes. Era extraño sentir nuevamente los mismos olores, a pesar del tiempo que había pasado y de la carga emocional que contenía ese distanciamiento casi forzado. Algunos rostros le parecieron familiares, aunque desgastados por el tiempo y por el acelerado ritmo de vida que acostumbraban llevar los vecinos de ese barrio. Caras que resultaron conocidas, pero que en sí no evocaban ninguna experiencia valiosa digna de recordar. De pronto, sí hubo un rostro que logró sacarla de su ensimismamiento: ¡era él!, Miguel, aunque bastante cambiado. Había crecido y sus modales ya no eran los mismos. No supo qué hacer. Eran tantos años sin verlo, y el último contacto había sido tan abrupto que los sentimientos encontrados no la dejaban pensar fríamente. ¿Qué hago?, se preguntaba. Sin pensarlo mucho siguió caminando, y en vista de que faltaban aún algunos metros para pasar por su lado, esperaría a que él reaccionara primero o le hablara. En el fondo le dejó toda la responsabilidad a él, ya que, después de todo, había sido él quien provocó aquel “abrupto último contacto”.

Era extraño cómo la vida la enfrentaba una vez más a la persona que casi la mató de un golpe en la cabeza. Lo recordaba muy bien, aunque nunca pensó que lo volvería a ver, puesto que ése era “su territorio” y no el de Miguel. Recordó, casi riéndose de nervios, aquel día. Tenía once años, y volvía del colegio a la casa de su abuela, cuando en el trayecto dos niños, uno de su misma edad y otro más pequeño, la atacan repentinamente. Comienzan a gritarle cosas, y cuando ella intentó defenderse, el mayor de los niños le lanza una especie de rama de árbol, bastante grande, que logra romperle la cara en el sector cercano al ojo derecho. Ambos salen corriendo, y la niña sangraba abundantemente. Asustada, sale corriendo y llega a casa de su abuela. Más tarde, ya en el hospital, le ponen los cinco puntos correspondientes y la envían de regreso a casa. Después de eso las riñas familiares fueron múltiples. Ella no supo más de él, los padres de ambos eran amigos y habían peleado a causa del incidente.

Verlo ese día fue muy extraño. Los sentimientos claramente no eran los mismos. Sentía una rara atracción por él. La verdad, siempre la sintió, pero se cohibía por la notable diferencia social que había entre ambos. Ya ni siquiera recordaba por qué estaba ahí. Había olvidado, en el lapsus de reflexión, la reciente pelea con su padre. Sólo pensaba en las vueltas que da la vida, en cómo se aprende a perdonar sin siquiera darse cuenta, y en cómo una simple cara bonita puede hacer que olvides todo lo malo que esa cara te haya hecho en el pasado.

Se preguntaba si él también la recordaría. No se atrevería a hablarle. Pero él sí lo haría. Miguel también se acordaba de ella, y de lo que le hizo. El también se preguntaba cómo pudo hacerle daño a esa niña tan bonita, y se justificaba respondiendo que no sabía que era ella a quien había golpeado. Pero le convenía no seguir con el absurdo autocuestionamiento. Faltaban sólo unos metros para que ella pasara por su lado, y Miguel se preparaba para dejar atrás el pasado y enmendar los errores que lo habían alejado del amor de su vida.

Texto agregado el 24-02-2006, y leído por 234 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
17-03-2006 Es un relato con la tónica que te pertenece: muy juvenil. Hay una cierta tensión que aumenta con los pasos que acercan a los protagonistas, la que se diluye en la última frase que sentencia el encuentro por voluntad de Miguel y a pesar de la timidez de ella. Me hubiera gustado -y eso es muy personal- un desenlace menos "claro", mas confuso y abierto... petrodelhum
07-03-2006 Sencillo, breve, evocador de recuerdos de niñez, bravo amiga mis *. cafayate
01-03-2006 me gustan esos finales suspensivos...extraño todo lo que puede desencadenar una "pelea"...Saludos..muy buen relato... blokeao
25-02-2006 como la imaginación de cada uno es libre, yo ya elaboro mi final ***** eslavida
25-02-2006 Encuentro el final justo, sin necesidad de mayor explicación pues dejas claro el enclave que devuelve la misteriosa forma de mostrar su amor. Me gusta tu narrativa; dejas puntos claros para su final. Felicitaciones. el_rey
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