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En la penumbra de la fría sala, sentados junto a la tenue fogata de la chimenea se miraban sin decir nada, ambos estaban pensando y dirigían sus miradas a través de la ventana.
La transparencia del vidrio la hacían recordar a ella las constantes discusiones y peleas, después de los tristes hechos que había visto involucrado a su esposo. Por eso, concluyó en resolver el dilema que rondaba su mente: asesinarlo y dar castigo a aquel ser que antes amó. Es que ahora él atentaba contra la descendencia de ambos, su hija.

Necesitaría la ayuda de alguien, de tal manera de no levantar sospechas. El vecino de aquella cabaña no podía ser, ya que eran muy amigos con su ex amado, entonces la solución a la complicidad tendría que ser alguien extraño. Por eso pensó en aquel pescador de la caleta que siempre la piropeaba. En los ir y venir desde la playa hasta la cabaña que ambos habían construido, pudo fríamente urdir el plan: emborracharlo y votarlo a las rocas junto al pujante mar. Si el cuerpo aparecía, habría sido muerto producto del alcohol y si no aparecía, serían los peces los que borrarían la evidencia del asesinato.
La empresa era sencilla y lo fue más cuando sedujo al pescador con sus encantos y la mitad del dinero del seguro de vida del marido, por eso, una vez fijado la fecha bajo aquel árbol al borde del roquerío, sólo aquella gaviota fue testigo del trato.

Y la vista del atardecer del tercer día no daba señas de aparecer el cuerpo del delito. Ni el mar lo lanzaba, ni la policía daba explicaciones a la supuesta acongojada esposa. Mas, la gaviota no se cansaba de pregonar y señalar a los culpables sentados al lado de la hoguera, de aquella cabaña al borde de la playa. En el místico silencio ellos recién comprendían completamente los hechos. Aquella terrible imagen de ver a aquel hombre, violando con pura fuerza y brutalidad a su pequeña niña de seis años era contrarrestada con el olor al desquite, a la insuperable y ancestral sed de solucionar las culpas por sus propios medios, la terapéutica venganza, el crimen perfecto, aquel que no tiene cargo de culpa alguna.


Talca, 05 de febrero de 2006

Texto agregado el 23-02-2006, y leído por 260 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
15-11-2007 Creo que no me hace falta leer e final porque este cuento sólo va en busca de eso, del final, y entre medio mucha paja. stefan
11-04-2006 Taller provosorio:"Confesiones de la gaviota" es un buen cuento, pero la moraleja no me gusta, es decir ojo por ojo.... Era del antiguo testamento y esta fuera de moda. Es interesante. Brugilda brugilda
24-02-2006 me sigue gustando, mas que la primera vez que lo leí, ojo por ojo, diente por diente,mano por mano, pie por pie, es la ley mosaica, la gaviota debe haber tenido alma incestuosa y a caramba que sapa, pero, dicen en algunos lugares de la costa que siendo el mar muy celoso, nunca devuelve el cuerpo de los hombres, así que se pierden por siempre, no así de las feminas. una sola acotación, ese votarlo, pienso es con B ***** curiche
23-02-2006 Muy bueno!!!, saludos. ***** parakultural
23-02-2006 Excelente! Besos y estrellas. Magda gmmagdalena
 
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