Sólo hay alguien detrás, no es tan díficil de entender, ojalá hubiera sido tan fácil para Miguel, que permanecía inmóvil en la butaca de forro.
Recordó que solamente fregó los platos, tendió su ropa en el patio y se puso a ver la serie de sobremesa, por eso, en una publicidad, se quedó dormido.
Al despertar lo observó todo oscuro y todo apagado. Ante tal espectativa no tuvo más remedio que ponerse a recordar lo que hizo para que estuviera todo oscuro.
Mientras navegaba por sus pensamientosl, Miguel, escuchó un ruido grave proveniente de las habitaciones y la cocina, salas contiguas a la butaca de forro.
El jóven se asustó, ya que los ruidos eran continuos y no cesaban. Se le aceleraron los latidos a su corazón, ya que lo primero que pudo pensar en tal abismo donde se encontraba que habían entrado unos ladrones.
Estuvó varias veces por levantarse y asomarse a la esquina, pero cuando el valor lo empujaba a hacerlo, el miedo lo hacía retroceder escuchando el ruidito.
De prontó se le aceleró más el corazón y le empezaron a bajar sudores fríos por su cálido cuerpo, ya que escuchó que la puerta del pasillo se cerró de golpe. Por eso, prefirió agacharse y taparse la cara, ya que no paraba de pasarle por la mente la imagen de que alguien alzara un cuchillo sobre su cabeza o algún otro objeto para aniquilarlo.
Estos pensamientos hicieron temblar el cuerpo de Miguel que no paraba de oir el ruido, cada vez más fuerte de la presencia de alguien detrás de la butaca de forro.
Penetraron en sus témpanos unos terribles silbidos, que podían ser murmuros de la banda de ladrones y esto hizo que su cuerpo se helara como un tímpano de hielo que permanece inmóvil.
Solo faltaba una leve señal que hiciero que Miguel se volviera loco o desquiciado, o que simplemente muriera por un ladrón que notaba detrás de la butaca de forro, y por mala suerte para el se sintió el ruido de un golpe seco y fuerte.
Y allí se quedó Miguel, en la butaca de forro, temblando, llorando, en estado de shock, helado y con la mirada fija al posabrazos del sillón.
Y es que es lo que pasa cuando te dejas la ventana abierta al tender la ropa y el grifo sin cerrar bien cuando terminas de fregar, que el grifo deja un goteo perpetuo, como pasos, que el viento hace que las puertas se cierren de golpe y que caigan los trozos de madera de detrás de las puertas...y ese silbido que deja como murmuros en el aire. |