Llanto I.
Nubes agonizando de dolor
recuerdan nuestro crepúsculo,
aquél en que las ilusiones pesaban más que los ojos,
aquél en que nuestros beodos corazones brindaban con lo ignoto,
aquél en que las begonias pateaban primaveras futuras,
aquél en el que pretendimos ser.
Jamás fuimos uno, jamás nacimos.
Jamás fuimos, mas el crepúsculo sí, no lo niego.
Hoy las mimas nubes se hamacan con rayos de sol
y dejan caer las mismas lágrimas de aquél alba beodo y melancólico,
confesando mi más violáceo secreto: lloré.
No fuiste, ni siquiera lo pretendiste,
ni si quiera lo pensaste.
Fui yo, sin ser, quien pretendió nacer,
quien lloró buscando reír.
Las nubes, las flores, el agua, salada.
No es un adiós, sólo soy yo.
Sólo lloro.
Sólo lloro sólo.
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