A Samantha



La descubrí en el asentamiento de los sin tierra con un niño en los brazos con su blusa blanca con una falda de colores descubrí que era una de las palabras tensadas en el arco de Carlos Drumond de Andrade o una espina dorsal olorosa a tierra roja a verde imparable en donde se alzan sucupiras y las guayabas abren su color de alas azulverdes en su boca dulce y densa como el sol entre banderas entre cantos y bailes con ropa tendida en la tarde del sábado o las casas de plásticos y maderas los niños que corren descalzos: el pueblo/ eso que me parecía disuelto entre las imposiciones del mercado neoliberal desleído entre lavadoras microondas y los nuevos tiempos tan calcados a los que ya fueron/ en sus ojos sus ojos profundos y tiernos como los bosques que van perdiendo espacio y anuncian el desierto que corre con paciencia de relojero/ en ellos descubrí como los hombres negros a machetes hicieron los campos de cultivo los que los latifundistas se apropiaron para defender su derecho a destruir la tierra de manera occidental y ordenada/ esos hombres que soñaron el levantamiento que sueñan los hombres del tiempo que viene: la encontré tan bella entre la gente dando vida con sus manos a los sueños de tantos llamándome a realizar una toma en su tierra profunda instalando mi campamento en las hendiduras de su tiempo nuevo levantando mi bandera de luna perfumándola de romero y de castilla dejándome expropiar con ella mi tiempo pasado y los años que me pesan en sus caderas despertándome a su piel navegando sus lágrimas navegando en su deseo o descansando su lago ella cristalina como una noche de peces y estrellas flotando detenidamente haciéndome ver lo que no veía que en sus ojos vienen devolviéndome la fe en el pueblo que había perdido entre tantos otros amores muertos: me descubrí en ella