Hemos llegado hasta este punto de nuestra existencia por el simple impulso de nuestros pasos. La vida nos ha dado a elegir este camino que transitamos muy ilusionados o con el peso de la desesperanza a cuestas. Pero también nos ofreció en su momento otras bifurcaciones y al igual que en esos juegos de dados, decidimos tal o cual opción, envalentonados por nuestras capacidades, con la certeza de adentrarnos en tierra firme o en algunos casos lo hicimos por simple indefinición.
A veces hemos vacilado y en otras ocasiones nos arrojamos ciegamente a esas veredas inexploradas en donde nos aguardan misterios absolutos, páginas en blanco, puertas con oxidados goznes, seres diversos que, o bien permiten que nos agradezcamos el acierto o, en caso contrario, nos impulsan a contemplar aquello que dejamos atrás, con la vana melancolía goteando inclemente dentro de nosotros.
A menudo nos preguntamos si fue esta la vida que debimos elegir o acaso erramos en el intento. Entonces nos repelemos tardíamente por la elección, inquirimos si en tal o cual encrucijada debimos haber elegido tal vez el otro sendero, el más empinado o el más accesible, acaso pudimos aguardar alguna señal, permitir que alguien nos guiase y nos enriqueciera con su sano consejo.
Pero aquí estamos y continuamos avanzando en el camino trazado, los senderos se estrechan, las derivaciones escasean, cada vez nuestros pasos se hacen más fatigosos y la esperanza más lejana. Proseguimos nuestro andar, a veces con la certeza de ganar terreno y en algunos momentos con la penosa sensación que sólo nos movemos pero que en realidad no hemos avanzado un solo paso…
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