Tantas veces te esperé sentado a un lado del camino; miraba entre la gente a ver si estabas tú.

Tonto de mi, no sabía que no eras una persona más que pudiese encontrar a simple vista. No sabía que no debía buscarte entre tanta gente que no merecia caminar por el mismo camino que tú. ¿Cómo iban a hacerlo? Si tú y solo tú, con tus ojos iluminabas todo el resto del mundo, todo mi mundo, todo tu mundo... nuestro mundo. Pero yo no lo veía, me cegaba entre tanta gente, tantas personas que decían ser la indicada. Hasta que te acercaste. Te acercaste lentamente con tus ojos iluminando todo... iluminándome. Y al fin no tuve que buscar más, y ni siquiera tuve que verte. Solo tuve que sentirte, y sentir como tú luz me cubría y me elevaba hasta sentir al fin que llegaste, que tanto mirar gente pasar valió la pena. Y ahora, al fín, puedo pararme e irme de este maldito camino en donde tantas veces te soñé.

Y me voy. Pero me voy contigo.