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Cuentos para Biel


En la montaña más alta de la provincia donde vivía, se podía ver cada noche, un resplandeciente castillo, sus torreones como llamas cambiaban de forma constantemente, recreando bailarines que danzaban al son de una música celestial que surgía de los pasadizos interiores de la gran fortaleza.
Miles de leyendas surgieron con el paso del tiempo sobre aquella maravillosa aparición, todas y cada una de las historias se centraban en una princesa encantada que esperaba a su príncipe, el único capaz de apaciguar a los danzarines ígneos que dibujaban figuras en la oscuridad de la noche.
Desde el bacón de su casita, el joven Biel se maravillaba cada noche con la visión, imaginaba que él era aquel príncipe y simplemente acercándose podría apaciguar los movimientos de las torres y poder rescatar a su princesa, para escapar lejos, los dos, para siempre.
Una noche de Febrero cuando el frío azotaba sobre aquel pueblo entre montañas, y todos dormían en su casa, cogió su mochila y se encaminó hacia las montañas con una fe ciega en encontrar aquel castillo de llamas y salvar a su preciosa inquilina,
Tomó el camino que atravesaba el bosque, sin miedo, seguro de sí mismo, porque el ya era mayor para afrontar a su destino.
Mientras caminaba entre los árboles que tapaban el cielo, haciendo que la visión fuera tan precaria que no podía ver a mas de un metro de su posición, notó que tropezaba con algo, al caer una minúscula voz se introdujo en sus oídos,
-Mira por donde pisas grandullón.
Biel se acerco a la procedencia de la voz y pudo ver a un ser diminuto con forma de anciano, vestía un traje hecho con hojas y un gran gorro, para su tamaño, reinaba encima de una carita barbuda. Se acercó y le dijo:
-Hola, hombrecito, perdona, no te he visto, me llamo Biel y me serias de gran ayuda si me pudieras indicar el camino de las montañas, busco el castillo que aparece todas las noches y creo que estoy un poco perdido.
El hombrecito, lanzó una sonrisa que dejó ver sus dientecillos de conejo y sacando una pipa se sentó junto al valiente muchacho.
-Me llamo Tamplan, y soy un duende del bosque, te daré la información que necesitas, pero no creo que te sirva de mucho, ya que el lugar que dices no existe, ya que no tiene nombre, así que hasta el día que alguien con corazón puro pronuncie por primera vez un nombre que la fortaleza acepte como propio, nadie podrá llegar hasta ella.
Biel se levantó y agradeció la información al duende del bosque y partió hacia la dirección que le había indicado, mientras caminaba, dentro de su cabeza había un gran debate por como encontrar aquel castillo, como encontrar a un alma pura que le diera nombre al castillo y poder liberar a la princesa.
Mientras caminaba y pensaba llegó a la orilla de un río, y vio una luz que volaba a su alrededor, la luz se posó encima de su nariz y una dama vestida de blanco se apareció delante suyo.
-Hola Biel, sé lo que buscas y he venido a enseñarte a la persona idónea para darle nombre a tu fantástico castillo, la encontraras en el lago que se haya subiendo el río, cuando llegues, la verás dentro del agua justo donde la luna llena se refleja, podrás ver al ser que te dará la solución a tu problema.
Biel con una reverencia tan noble como sus intenciones, se despidió de aquella hada y sonriente siguió el curso del río hasta encontrar el lago prometido.
Al llegar al lago se dio cuenta que faltaba una semana para que la luna llena resplandeciera sobre el lago, así que se acomodó y espero acampado junto a su orilla, durante ese tiempo aprendió a recolectar frutos y raíces y se sintió muy feliz al verse capaz de vivir rodeado de tanta belleza.
Pasó la semana y la esperada noche llegó, se acerco lentamente y contempló sorprendido su propia imagen reflejada en la superficie del agua, una carcajada de felicidad salió de su adentro, -Era yo!!!, JAJAJAJA!!!, Era yo!!!.
Se acomodó y pronunció el primer nombre que se le cruzó por la cabeza, sin él saberlo ya lo había pensado miles de veces, - Se llamará Castillo de la luz!!!.
Al pronunciarlo el castillo apareció delante de él.
Biel se levantó y se aproximó expectante, según se acercaba las llamas danzarinas se iban apartando, se desvanecían.
Entró dentro del castillo, lo examinó completamente, desde los sótanos hasta la torre más alta, pero allí no había nadie, nada. Se sintió triste, pero en la última habitación en la que entró, pudo ver un gran espejo, con lágrimas en los ojos se miró en él.
Quedó perplejo cuando vio, como el espejo no reflejaba su imagen, si no que veía a su madre, triste, angustiada, pero bella como nunca.
Biel se repuso y comprendió que había hallado a su princesa, a su reina que le querría toda la vida, su madre.
Así que retomo el camino de vuelta para reencontrar a su querida madre y explicarle las mil y una aventuras que había tenido y sobretodo para decirle mientras la abrazaba que la quería con locura.

Texto agregado el 21-02-2006, y leído por 281 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
22-02-2006 lo siento he sido yo: )). Pero he dejado que comentaras antes: )). Sólo he puesto mis 5 luces para la sorpresa más bonita que me dieron ayer. Un abrazo! tumariposa
22-02-2006 ¿Quien ha tenido el valor de votar antes que yo este cuento ? ¡ Que salga y dé la cara ! aunque me temo quien ha sido , jajajajaja . Por cierto hermoso y edípico cuento :P :P , espero que el duende de la pipa no estuviese trabajando cuando hablaste con él . cuando_nieva_sobre_los_cedros
 
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