Afuera en la calle los insectos se paseaban gigantes sobre el pavimento preparado para ellos de los altos edificios caían los gusanos reventados de gordos de los sueños incumplidos de los tristes inquilinos mientras el ojo radioactivo de antenas metálicas rellenaba el espacio con estímulos pavlovianos que luego se reflejaban en sus comportamientos.
Las estrellas brillaban sin palabras bajo un cielo enceguecido y los árboles se sacudían de miedo sin saber qué pensar de los humanos.
Durante la prehistoria larga guerra entre la naturaleza vegetal y los insectos. Los humanos como consecuencia aparecieron y sin entender nada de la existencia ni de su existencia parecieron tomar con mucha inconciencia el lado de los insectos.
En sus inmensas ciudades sólo habitan las ratas y las cucarachas, todo el resto ha sido castrado, sometido, entrenado hacia el bloqueo mental. La boca se abre pero el dolor ya no encuentra palabra, la boca se cierra y una mueca reemplaza la escena buscando la falsa risa aprendida en otra parte.