Llegué tarde a casa de Maricucha.
Había pasado todo el día atorado en el baño atendiendo una terrible diarrea y leyendo EL QUIJOTE de cabo a rabo. A las ocho de la noche comprendí que debía terminar , como a de lugar , con los remilgos de mi estómago (Esa noche iba pedir en matrimonio a mi amadísima Maricucha) . Entonces preparé un brebaje conteniendo cacao y té ( capaz de taponar una piscina) y lo bebí todo. Mi panza lo recibió con un gruñido ¡ Engreído !
Llamé a la puerta . Maricucha salió a recibirme.
- ¿Dónde diablos te habías metido? – me preguntó furiosa.
- Tuve un inconveniente con mi panza - expliqué cariñosamente - ... tú sabes como es ...
No me dejó terminar. me cogió del brazo y me arrastró hacia la sala, donde nos esperaba su familia. Estaba muy preocupada por la impresión que daría esa noche. De eso dependía nuestro futuro matrimonio…
La familia de Maricucha está constituída por las personalidades mas célebres del país.
Diputados. Médicos. Artistas de vanguardia … Maricucha me presentó ante ellos y yo luego de proferir un improvisado discurso ( practicado desde hacía semanas) me senté a la mesa y no supe que hacer con los catorce tipos de cubiertos.
Cuando sirvieron el faisán, luego de las trufas y de la langosta; comprendí que mi estomágo me haría otra de sus acostumbradas chanchadas.
Maricucha notó que sudaba.
- ¿Qué pasa? estás verde como una palta.
No dije nada. Me puse de pie, frunciendo todo, y caminé lo más disimuladamente posible.
Murmullos de desaprobación.
Me senté aliviado en el inodoro. Respiré hondo. Era preciso actuar con la mayor discreción posible…, sin embargo una vez liberado mi peristaltismo, no hubo marcha atrás. Sonoros borbotones salpicaron explotando en mi pantalón – mal bajado - y en los bordes del inodoro. Tosí para menguar los ruidos. Inútil… Vino el segundo retortijón. Esta vez era una piedra con incrustaciones de caparazón de langosta y un hedor inconfundible a cacao. Me levanté horrorizado. No había papel. Miré la toalla en un gesto desesperado, pero luego decidí que lo mejor era llevar el culo al lavadero ¡ No había agua !. Jalé la palanca y ¡ el inodoro estaba atorado !, y tan estaba que al instante se comenzó a rebalsar junto con todas las deposiciones … Me saqué el pantalón y con él frené el camino del aluvión que se abría camino hacia el patio por debajo de la puerta… En ese momento escuché la voz de Maricucha desde el otro lado de la puerta.
- ¡Oye! acaba de llegar el alcalde ( mi tío) y está ansioso por conocerte.
¿ Y ahora qué hago? , pensé limpiándome las lágrimas…