El en_caca_ntamiento
“Se han fijado que la vida en los pueblos es tan diferente a como transcurre en la ciudad. Los hechos que deseo contarles, sucedieron en uno de estos villorrios que se ven en las quebradas cordilleranas”.
El hombre murió de noche sentado en el cajón del pozo negro, no era de los trigos limpios, así que nadie le extrañó mucho.
“En la capilla, cabían casi todos los habitantes del pueblo. Hasta que el primer canuto que llegó le quitó adeptos al cura. Tampoco iba a misa el español deslenguado, cada vez que sufría algún percance lo único que hacía era despotricar contra todos los santos: cristo y la virgen los principales atacados. Para sobrevivir abrió un restaurant”.
El muerto, que murió sentado en el cajón del guater, le había llevado la mujer a un amigo y éste se había jurado vengarse.
“Para semana Semana Santa la capilla era preparada por los más pechoños, los santos, tapados con sus mortajas moradas”.
“Como toda capilla que se precie de tal, tenía campana, ésta, era oída en todo el valle, el cura, ya viejo, la hacía tañer solamente para las misas, porque, se había cansado que algún bromista se subiese al campanario y la tocase, causando temores en la gente, por esta razón, cuando se iba, quitaba el badajo, y a su llegada buscaba a algún muchacho y lo hacía subir”.
El ofendido en su hombría se iba a su casa caminando por el costado del canal, a ratos se le veía agacharse y cortar algunas verdes hojas las que guardaba en su morral
“¡Ah, me fui para la capilla y el cura! y lo que deseo narrar tiene que ver con dos amigos, mejor dicho enemigos de dicho pueblo, pero, como sucedió un viernes santo, sin quererlo me metí a los dominios del señor cura ¿o debo decir del Señor?”
“Cada jueves santo; subía al pueblo un comerciante, qué a lomo de burros llevaba almejas, choros y pescados, porque, claro está, en viernes santo no se debe comer carne y quien lo haga, mal le irá. Menos trabajar, quien lo hiciere se coloca en mala con el tata Dios y este castiga de manera dura. Con decirles que don Lorenzo, un viernes santo echó a andar la sierra del aserradero y se cortó un dedo de la mano derecha, Nicanor, ¡si!, el carpintero, también trabajó y su martillo no le dio al clavo sino al dedo, bendito, como berreaba, se voló la uña enterita. ¡Bah, otra vez me fui para otro lado!”
El hombre encornudado, era calladito, a nadie contaba sus planes, se notaba que le dolía el alma, al amigo desleal decía le había perdonado la ofensa y que como él había gozado primeros los placeres de la Magaly no le quedaba rencor, pero, nunca ya le daba la espalda al amigo.
“El coño, cocinaba un chanchito en horno de barro para ese día; a su mesa llegaban los más ateos, y es que parece que aliñaba mejor la carne, quedaba de rechuparse los bigotes y al final un vasito de pajarete –bueno eso dicen los que comían, miren que yo, ni cantando lo hago-“.
“ese viernes santo ambos amigos se sentaron a la mesa, uno, el engañado, con un plato de pescado y el otro asado con puré picante, pero se dio vuelta y el otro le vació un vasito con un liquido blanco en el puré y se lo revolvió, encontró algo amargo el puré, pero con mas ají arregló y con vino pasó todito p´aentro, a la media hora, partió pal baño y ya no salió de ahí sino para irse a su casa, buscó un diario viejo y se fue a sentar al pozo negro y nunca más salió vivo de allí”
“A los años, el engañado dijo “pichoga” fue la pichoga, pero en el pueblo todo el mundo dijo que había sido castigo supremo por comer carne de chancho en viernes santo, asi que murió en_caca_ntado y nadie investigó nada.”
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