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La odio… no se porque

No había razón alguna para odiarla de esa forma irracional en que lo hacia.
El solo echo de escuchar su voz, chillona y escandalosa en demasía, me volvía irritable, mi estado de animo tranquilo y alegre desaparecía al instante y por mas que me esforzara en que mis pensamientos hacia ella fueran nobles no lo lograba, de ninguna manera.
Ella siempre risueña, siempre feliz con esa tonta sonrisa incrustada en su rostro, enardecía mi deseo de que la tierra me tragara cada vez que se me acercaba.
Parecía no darse cuenta de mi rechazo, porque aunque yo la tratara con desgano y solo respondiera de muy mala manera un "si" vago a alguna cuestión suya, ella seguía su coloquio calurosamente sin captar nada de nada.
No podía por más que lo intentara tener buenos sentimientos hacia ella. Era como una espina molesta, como un día lluvioso cuando tenés boletos para la mejor montaña rusa del mundo o peor, como la leche agria, indeseable.
Así me sentía cada vez que ella estaba cerca, era frustrante, a veces trataba de evitarla y me cruzaba a la otra vereda, otras veces la ignoraba por completo. Nada de eso funcionaba. Ella, hueca total, porque nadie en este mundo es tan idiota para no darse cuenta cuando molesta, no reaccionaba a mi rechazo. Yo no quería su amistad, ni la quiero... pero ella no se daba cuenta.
Llegaba cuando menos la esperaba, es decir cuando estaba disfrutando de algo, podía ser mi hora libre para almorzar en la oficina o en pleno planeamiento de una salida un sábado a la noche. Claro se anotaba.
Lo peor llego cuando la pusieron bajo mi cargo en la oficina. Su extenso curriculum decía Ingles avanzado.
¡Avanzado mis polainas! gracias si sabia el castellano... Tardaba infinidad de horas pasando un documento y se reía hasta porque respiraba.
Su nivel de irritabilidad estaba al máximo.
La hora del almuerzo era la tortura clásica para mis días de oficina. Generalmente salíamos en grupos y ella estaba ahora en mi grupo. Todos los días volvía de almorzar con una acidez insoportable, y ella feliz, solo faltaba que diera saltitos como una colegiala en su primer día de clases. Insoportable.
Conforme los días fueron pasando, mi odio fue creciendo, desmesuradamente hasta el punto en que cuando ella hablaba yo imaginaba lo que podía llegar a pasarle... sangrosos y fatales accidentes, uno tras otros mi mente los imaginaba, los perfeccionaba y los pasaba como si fueran diapositivas.
Y como era de esperar en un dejo de razón, que me quedaba cuando no tenía que soportarla, esas escenitas, las de la sangre comenzaron a preocuparme.
Porque mientras ella hablaba, cosas que a mi no me importaban en lo absoluto, como ser que su gatita peluchin tuviera una patita lastimaba, que me iba a importar si detesto a los gatos, por la alergia claro, no es nada personal con esos animalitos de Dios, la cosa era que mientras ella -bla, bla, bla- yo la cortaba con una espada samurai como lo había visto en un documental la noche anterior. Horrible. Horrible era saber que era mi imaginación y seguía ahí parada -bla, bla, bla-
Decidida a darle un fin a todo esto de una maldita vez, fui al psicólogo a contarle mis penas.
Era mas fácil hacerla despedir, pero era la protegida sobrina del jefe, así que descarte esa posibilidad o sino no hubiera durado mucho tiempo.
La doctora dulcemente intentaba encaminarme por la buena senda del bien, llenos de limpios pensamientos y gratos sentimientos hacia esa.
No funciono, cada vez que la doctora me preguntaba algo sobre ella, en vez de lograr ver el lado bueno de las cosas, que era lo que ella quería, yo inconscientemente resaltaba más lo que me crispaba. Como esa sonrisa estúpida que siempre colgaba de su cara... y tenía la doctora en ese mismo momento. Salí corriendo y no volví más. Las cosas se iban a resolver a MI modo.
Después de un fin de semana largo, y mis planes pensados hasta el más mínimo detalle, me prepare para un interesante día lunes de oficina.
Pero como era de esperarse el destino, la vida que se yo quién, me tenía preparado un golpe muy bajo, que gracias a mi pude resolver luego.
Ansiosa la escuche acercarse por las escaleras, era inconfundible el ruido sordo y pesados de sus pasos, parecía que caminaba con grandes grilletes atados a los pies. Impaciente jugueteaba con la lapicera esperando que entrara en mi cubículo.
Grande fue mi sorpresa cuando la vi con cara común y corriente como el resto de la gente que aquí trabaja, es decir sin esa tonta sonrisa tatuada en su rostro. Después de dejar los papeles que debía haberme traído el jueves se fue casi arrastrando los pies con un semblante pésimo.
Obviamente la deje que se retirará sin preguntarle nada, por que de haber siquiera insinuado querer saber algo estaría todavía contándome con lujos de detalles lo que le ocurrió. No tenía ganas de hecho seguro luego me enteraría, los rumores, chismes o como se diga por acá llueven.
Ese día la hora del almuerzo fue particularmente silenciosa. Jugueteo con su ensalada y comió menos de la mitad.
La primera sensación que tuve, fue de felicidad, estaba sufriendo, ella sentía como una persona, no sabía porque razón, que era lo que la afectaba de esa forma tan importante pero no me ataño.
Luego, conforme pasó el día, y su estado de ánimo empeoraba no pude evitar comenzar a preocuparme, contra mi voluntad, indiscutiblemente.
Ese resquicio de razón del que les hable antes, no me dejaba en paz y me decía una y otra vez que como podía estar feliz cuando otra persona era infeliz. Trate de no hacerle caso, pero cada vez los gritos de mi conciencia era mas fuertes. A eso le sumamos que nadie sabía cual era la causa de su entrañable dolor y la causante de que su sonrisa fastidiosa no estuviera en su lugar.
Desde mi cubículo podía observarla, sumida en su trabajo, como nunca desde que comenzó a trabajar con nosotros. No se desespero a la hora del café. Era siempre la primera en atacar al mozo cuando traía la bandeja con varias tazas humeantes de la exquisita bebida, eso llamó mi atención y la de los otros también, que se miraban unos a otros con gran desconcierto.
Ahí por primera vez, la comprendí aun sin saber que demonios pasaba. Sentí lastima por ella y mi odio desapareció instantáneamente al observarla limpiar sus mejillas con un papel tissue, seguramente perfumado. Estaba sufriendo y no me gustaba.
La hora de salida llego, y esta vez no me cruce a la vereda del frente para no tener que caminar con ella hasta la estación a tomar el tren.
Camine a su lado buscando conversación, ella entraba en confianza enseguida y no me iba a costar mucho saber lo que ocurría.
Sacamos boleto, esperamos algunos minutos el arribó del tren en la estación hablando del papeleo atrasado y el clima otoñal de mayo.
El tren quedó varado en la estación algo así como diez minutos debido a una puerta que no cerraba, fracasado de tantos intentos el tren partió con la puerta semi-abierta lo cual era peligroso por la cantidad de gente que viajaba parada, nosotras entre ellas y cerca de la puerta.
Sin que yo preguntará algo ella comenzó su relato del porque de su tristeza cuando el tren hacia su primera parada desde que subiéramos.
Mucha gente bajo, mucha gente subió y ella siguió su historia.
Abrí tan grande la boca que me podría haber tragado a cualquiera que estaba ahí si el tren frenara de golpe.
Observe rápidamente el lugar tratando de salir de mi estupor provocado por saber la verdad y me maldije por haber sentido lo que sentí hacia ella.
En un estado de shock y sin el control debido de mis actos, aproveche la oportunidad y al pasar por el puente que cruza el río, la empuje con todas mis fuerzas al vacío por el espacio tentador de la puerta mal cerrada.
El gentío se alborotó y para suerte mía nadie supo explicar que fue lo que sucedió en esos escasos segundos en que la chica salto del tren, porque nadie tuvo duda alguna de la jovencita saltó del tren.
Excepto yo, claro. Pero no tenía ganas de decir que había sido yo en realidad la que le había dado un empujoncito.
No saben cuanto se lo merecía, ponerse triste y revolucionar mis sentimientos porque su maldito disco compacto favorito se había rallado.
Recuerden siempre amigos que la primera impresión es la cuenta…






N/A. Hace mucho calor y eso me pone de muy mal humor, así que… NAH! Mentira si hace calor pero esta todo bien, espero hallan disfrutado de este cuento.
Bye!

Texto agregado el 21-02-2006, y leído por 137 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
22-03-2009 bastante entretenido, aunque muy perverso, me gusta, saludos! gomez81
04-07-2006 Insisto en una frase que se me ocurrió hace un tiempo en alguno de mis ejercicios: "ODIARTE NO ES OTRA COSA QUE AMARTE A LA INVERSA" ¿No sabes por qué? eso lo confirma. 5* Me gustó Carmen-
23-02-2006 Excelente! Me he sorprendido gratamente al leerte y lo seguiré haciendo. Gracias por haberme comentado en el Taller, eso me permitió conocerte. Besos y estrellas (noo, no me empujes del tren). Magda gmmagdalena
21-02-2006 jajaj, lo he disfrutado y bastante. Está bien escrito, muy ligero, fácil de leer y con sorpresa al final. Muy bien ;) esquizo
 
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