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La película era malísima, cuando salí del viejo cine llovía a mares. Ahogué un insulto recordando a Martha, mi vecina, y me lancé a correr las tres cuadras que me separaban de mi pequeña casa. Cuando llegué empapada y tiritando, mientras insertaba la llave para ingresar, atiné a echar una mirada sobre la casa de quien, a esa altura, consideraba de cero coeficiente mental por haberme recomendado semejante bodrio..

Martha, mi vecina, era una persona totalmente entrometida. Apenas me mudé, se acercó a saludarme con un platito de empanadas recién horneadas y sin que se lo preguntara, me aclaró que ella no dormía de noche porque sufría de insomnio y acto seguido, comenzó a contarme vida y obra de todo el vecindario, hasta que la corté aludiendo mi evidente cansancio por la mudanza.

Siempre me jacté de ser poco curiosa y sobre todas las cosas, de mantenerme ajena a los vecinos. Sostenía y sostengo que para una buena relación vecinal, lo mejor es mantenerse apartada de las hospitalarias casas colindantes, y así, salvaguardar mi privacidad y tranquilidad espiritual. Detesto a las personas entrometidas.

Con Martha esto no fue posible. Ella apenas sentía que abría la puerta de mi casa, estaba golpeando llamándome, para, con algún pretexto, mirar insistentemente hacia dentro, con un gesto que yo, de no ser tan reservada, tendría que haber interpretado como un explícito pedido de que la permitiera ingresar a mi “santuario”, como gustaba de llamar a mi hogar. No se lo permití nunca en los tres meses que llevaba viviendo allí. La atendía y despedía cortésmente en la puerta. No necesitaba una chismosa que espiara mi vida ni mis costumbres.

La noche anterior, como todas las noches, ella había golpeado mi puerta con un plato de grasosas albóndigas (aparentemente era adicta a las albóndigas y empanadas, que yo tiraba sistemáticamente en el tacho de basuras, dada mi condición de vegetariana) y en su parloteo me había insinuado que la película que estaban pasando en el viejo cine barrial, era una delicia. Que te va a encantar, que es divina y todas esas cosas que despertaron mi aletargado estado de ánimo y que hicieron que aterrizara en esa mugrosa sala a ver esa película detestable.

Definitivamente esa noche cuando regresé, mi estado de ánimo no era el mejor. Así que agradecí que, por fin, a pesar de que me extrañó sobremanera, una noche sus luces estuvieran apagadas y no viniera a molestarme. Tenía experiencia que ni la lluvia la paraba en su afán por querer ingresar a espiar mi vida.

Junto a la puerta me desvestí rápidamente y corrí a mi habitación, dejando la ropa y los zapatos a un costado del calefactor para que se secaran. Me envolví en una enorme toalla friccionando mi cuerpo mojado y aterido hasta entrar en calor, luego me vestí con ropa seca y abrigada y me dirigí a la cocina a prepararme una taza de café.

Sobre la mesada, algo atrajo inmediatamente mi atención haciéndome estremecer. Un plato con empanadas recién horneadas, parecían burlarse de mi incredulidad.

¡Ella había entrado en mi casa! ¡había violado mi privacidad!, no podía creer semejante osadía. Imaginaba su rostro sorprendido al conocer mi secreto. Enfurecida me revolví mientras abría el cajón de los cuchillos, completamente enloquecida; en ese momento una luz poderosa iluminó el recinto, mientras una voz autoritaria a través de un megáfono me ordenaba entregarme.

Desde la mesada, a un costado del plato de empanadas, las cabezas disecadas de mis padres me sonreían en forma macabra

Texto agregado el 21-02-2006, y leído por 196 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
21-02-2006 Buenisimo mis aplausos, mis 5 estrellas lo que quieras! Erluin
21-02-2006 jajajajajajajaja, grcia negra y amarga!, me ha gustado mucho, ****** celiaalviarez
 
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