El Honorable Senador se paró frente al lente de la cámara con aquella gallardía que reservaba solo para los grandes acontecimientos de su vida pública. Semblantes así de solemnes solo se podían ver retratados en las portadas de los grandes magazines, en el Mercurio del día domingo o en los retratos que adornaban su despacho y que daban cuenta de los momentos memorables de su carrera política, como cuando posó al lado del Papa y a tantos otros grandes dignatarios del planeta. Socialista de la tercera vía había encabezado el conglomerado de partidos políticos que derrocó al dictador en las urnas. Por eso al verse parado frente a la cámara con majestuosidad inglesa comenzó a hacer danzar uno tras otro los cálculos en su cabeza.

Estaba satisfecho porque sin duda el momento y la fotografía serían profusamente difundidos por todos los medios, y así lograría posicionar su imagen en las próximas elecciones parlamentarias.

Imaginó una cruzada nacional para la defensa de su causa con el apoyo de los ministros compañeros del partido, del Obispo y hasta del mismísimo Presidente…

Tras el golpe cegador del flash, de inmediato el taciturno gendarmen tomó con fuerza la mano del distinguido anciano y lo condujo al gabinete donde más tarde le pintarían los dedos…