No poder o no querer salir de la casa es un problema frecuente en cierto tipo de personas. Supongo que lo mismo me sucede a mí, y va hermanado a los arranques de ermitañismo y vacío silencioso que atormentan con risa los pensamientos de vez en cuando. La veleidosa máquina de las emociones funciona de formas aun desconocidas, y qué decimonónico, somos nosotros los que lo repetimos día a día haciéndolo verdad.
Me aburro de mí mismo o me aburro del mundo, una de las dos debe ser. Suena más humilde decir que me aburro de mí mismo, saturándome, aboliéndome por mis propios no sé queses (problema usual en la juventud de estos días). Coño, joder, no sé qué hacer, y tampoco es que quiera hacer mucho más allá de recordar o recrear con la memoria (juegos y ejercicios nostálgicos donutísticos por esencia).
Pero, también me divierto. Me divierto y soy feliz, de tal forma que la felicidad se me atraganta en la mitad de la garganta en forma de pelota de dicha y visión de halcón. No siempre, pero a veces. Porque no siempre, tampoco, estoy aburrido de mí mismo o el mundo. A veces pienso que el término medio es inventar.
Si inventas todo tiene una tendencia determinada, no sabes a donde vas, lo que lo hace entretenido, y sabes que nadie lo leerá con atención (excepto las novias o las codizis) lo que también es desmotivante.
No sé. Quizás sea sano tener un weblog sano que hable de asuntos sanos. Un weblog que narre pedazos de mi vida sin el escrupuloso velo metafórico obsesivo y tiránico. En una de esas si narro que ayer fui al mar con los chicos mi weblog resucite, y resucite de tal forma que pueda sentirme integrado dentro de nuestro amable universo de adaptaciones como metamorfoseos de reptiles encamando dinosaurios y aves volando sin plumas ni alas, a lo más Fújur (Falkor, en la versión cinematográfica).
La verdad, sería asquerosamente feliz inventando una historia como la historia interminable, un libro medieval sobre la búsqueda del alma en lo metafísico, una rayuela, una novela negra, un cuento sobre viajar en el tiempo y una serie de historias surrealistas incomprensibles hasta dentro de 200 años más. Y después de eso, y aturdido por la satisfacción, crear cine Noir con tendencias existenciales, una superproducción sobre los avatares de Ulises (con guiños escalofriantes a Joyce) y una película que hable sobre la importancia del azar en la vida y la polarización del bien y del mal (neo mafia globalizadora). Y luego de tanta agitación retirarme a una cabaña con techo de paja para pintar cuadros expresionisto impresionistas con felicidad fauvista.
Y más y más tarde (porque la vida es eterna) descansar día tras día en la rutina fantástica de realizar pescaditos de oro. |