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Una mancha en el alma de Octavio.
Clara entró en silencio al taller, como una sombra proyectada por la luz de la luna sobre un lago encantado. Apoyó la bandeja con té sobre la mesa de servicio. Al hacerlo, no vio la mano de Octavio que a modo de agradecimiento le regaló arabescos en el aire. No hacía falta molestarlo con preguntas innecesarias: ella sabía que luego él se tomaría unos minutos de descanso para relajar sus cansados dedos sobre las teclas del piano y tomaría el té.
Octavio era muy obsesivo con los sonidos. Una tarde, hace años al caer de un caballo había recibido un golpe en la cabeza que le produjo esa ceguera y lo condenó a vivir en penumbras, aunque, a cambio, le agudizó el oído: Hasta tal punto, que los ruidos lo enloquecían y por eso prefería el silencio. Un silencio que Clara respetaba tanto como respetaba a su patrón de toda la vida.
En uno de los rincones del taller el péndulo de un reloj daba pinceladas de tiempo en el aire. Afuera, el invierno había cambiado las hojas voladoras del otoño por gruesas gotas de lluvia que llegaban a todos lados y se infiltraban por las paredes de la vieja casa. La mancha de humedad comenzaba ya a florecer en el techo, como todos los años, justo sobre el viejo reloj.
En el almanaque, doce hojas alejaban del presente la eterna promesa : "El próximo verano arreglaremos esas tejas rotas", pero para Octavio no había nada más que su relojería. Las palabras siempre se olvidaban con los primeros soles de la primavera. Los prolijos sonidos de sus creaciones eran para él el superlativo más preciado. Se había alejado de ese mundo al cual no podía ver y se había limitado a su taller, a esas pequeñas piezas a las cuales sus manos otorgaban vida. Resortes, tornillos y números encerrados en cuerpos de metal y vidrio que respiraban y latían bajo su voluntad. Controlados por él; sólo por él. Un sin fin "Tic, tac, tic, tac" interrumpido por el sorpresivo "Cu, cu...","Cu, cu" ,o el áspero "Ssrik, ssrik" a la hora de la cuerda.
Este año llovía con mayor intensidad y la mancha de humedad crecía impaciente. Clara la veía cada vez que dejaba sobre la mesa de servicio el té caliente. Octavio solo podía oler e imaginarla. Presentía el "Plif, plaff, plif, plaff" de las gotas sobre la madera del reloj, imaginaba un goteo incontrolable; gotas que se confundían con las pinceladas del péndulo y salpicaban las marfiladas teclas del piano, sin poder dominarlas. Sonidos que no pertenecían a su sinfonía; notas caídas de una partitura extraña, obleas y corcheas, desfasadas, retrasadas; ajenas a su impecable: "Tic, tac, cu, ssrik"; "Tic, tac, cu, ssrik"; "Tic, tac, tic, tac".
Con el pasar de los días el nerviosismo de Octavio fue creciendo como la mancha en el techo.
Clara sabia que era preciso evitar el goteo, de lo contrario la depresión se apoderaría de él. Bajó al sótano y después de un rato regresó con una brocha y un tarro de alquitrán recién recalentado; se cubrió con un piloto y desafiando al mal tiempo ascendió por los peldaños de la escalera hasta llegar a las tejas. Una ráfaga de viento la hizo tambalear de un lado a otro y la lluvia la golpeó en el rostro. El viento soplo aún con más fuerza y la lluvia se transformó en un diluvio. Sus manos intentaron aferrarse a las tejas rotas.
En el silencio del taller un extraño ruido molestó a Octavio; luego la nada,. Hasta que comenzó el goteo: "Plif, plaf, plif, plaf", negras pizcas de alquitrán se estrellaron sobre la ventana al mismo tiempo que la mancha del techo cayó en un sin fin de gotas sobre el viejo reloj ... "Plif, plaf, plif, plaf."

© Norberto Adrian Mondrik.


Texto agregado el 21-02-2006, y leído por 191 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
26-02-2006 Muy triste pero un buen trabajo has echo amigo mis***** y felicitaciones eres un buen escritor!! besitosssss nilda
25-02-2006 Interesante historia interna de esas vidas. marsolesca
24-02-2006 Hiciste un buen trabajo. Te felicito. Yvette Ninive
22-02-2006 Hermosa y terrible historia de este hombre ciego y encerrado en sí mismo, solo con su reloj y su música. Pobre Clara. Me gustó. Besos y estrellas amigo. Magda gmmagdalena
 
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