Escucharte
es prenderle fuego
al caos de mi existencia,
arañar los cristales
de una coherencia
que me arrastra a la madurez
a punta de pistola.
Es volver a una inocencia
que quedó enterrada bajo las piedras
con las que el tiempo
sepultó mi pasado,
terriblemente implacable.
La melodía de tu voz
va desnudando poco a poco
una angustia que creí arraigada
a mi miedo eterno.
Y tus palabras
se convierten en viento,
en brisa que dispersa
la asfixia y la prisa
de una vida a medias,
como un suspiro
que me envuelve y desenmascara
mi tristeza.
Mis ojos se emborrachan
con las figuras que inventan
tus brazos sobre el lienzo cambiante
de caras desconocidas
y se entregan al descanso
de tus movimientos.
Y el suave balanceo de tu cuerpo
se convierte en el susurro
en el que ahogo mi silencio.

Eres poesía
porque cada centímetro de tu cuerpo
inspira al verso,
cada movimiento
es un nuevo proyecto poético;
la nana que adormece mis miedos
cuando mi alma se llena
de dudas y arrepentimiento,
leve rayo de sol que desafía las persianas
que mantienen oculto mi deseo.

Gracias por todos domingos de sueños.