El tren avanzaba por las llanuras del sur, lento, pesado, aburrido. Aburrido estaba tambièn el hombre que, por no poder dormir ,miraba sin prestar atenciòn ese paisaje siempre igual. El hombre apretò contra las piernas un portafolios de cuero, por costumbre solamente, ya que ni la joven madre y su hijito maleducado, ni la mujer cincuentona que abrìa la boca en un àspero ronquido, parecìan interesadas en robàrselo.En èl llevaba las escrituras de algunos campos embargados. No tuvo otra opciòn que embargar esas propiedades, su profesiòn le imponìa esa forma de cobrarse cuando no le pagaban. Una de aquellas propiedades estaba destinada a Fernando.
Fernando, solo pensar en èl, lo llenaba de ternura, Fernando y sus manos afiladas, Fernando y su curiosidad, manipulando esos libros pesados de historia del arte que èl le habìa regalado, renunciando a una parte del legado de su padre.
El paisaje continua con su tediosa igualdad, campos y màs campos interrumpidos por hileras de àlamos. La joven madre y su hijito maleducado, la cincuentona y su àspero ronquido. Al guno de esos campos embargados serà puesto a nombre de Fernando, el hombre quiere asegurar su porvenir, quiere que su vida estè consagrada al estudio del arte, que no tenga preocupaciones que lo distraigan de su vocaciòn.
Cuando piensa en Fernando y en los sentimientos que lo unen a ese joven enigmàtico, no puede distinguir la admiraciòn, el amor, de la pasiòn.Mejor serà que duerma un poco.
Antes de dormir siente deseos de orinar, el baño està al final del vagòn y el hombre se levanta tratando de mantener el equilibrio. Al fondo, en lugares que creìa desocupados, un grupo de jòvenes lo mira, le sostiene la mirada, el hombre siente miedo pero ya no puede volverse atràs, avanza hacia ellos cuando siente una punzada a la altura de la ingle.
-Puto de mierda, tomà, largà la guita.
El hombre queda obsevando còmo se le escapa la vida por ese rìo de sangre, su amor por el arte, su vida entre los libros, las hijuelas y las escrituras, no tienen ninguna relaciòn con esta muerte cruel y absurda.
En el baño del vagòn, un joven de manos delicadas alcanza un sucio fajo de billetes a los asesinos.Pronto saltarà como ellos del tren en movimiento, con el portafolios negro |