Hoy me senté a la sombra de un verso a mirar el horizonte. La brisa del mar se paseaba por mi cara, mientras que los tenues rayos del sol que tocaban mis pies, se movían lentamente cual marcha celestial para ocultar el cansado paso y el peso de sus rutinarias horas.
Hoy me senté a la sombra de un verso a mirar el horizonte. Tenía ganas de pensar, de recordar. Pensar por ejemplo en el curso de los vientos y como arrastran en su viaje etéreo a las nubes que cansadas y exhaustas tratan de caer a tierra, y como lluvia mojan mis manos. Y oliendo la lluvia en mis manos me traía recuerdos del frió de infancia, mañanas en la cocina, de vasos de leche y olor a madera..
Hoy me senté a la sombra de un verso a mirar el horizonte. A revivir esperanzas, esas que de pequeño me hacían cantar al cielo, las mimas que hoy en día me fijan al suelo. Forjan caminos, alimentan egos, llenan vacíos, matan penas.
Hoy me senté a la sombra de un verso a mirar el horizonte. A escuchar el silencio, que compañero de cuarto me tomo un día y me ocupo de aliado. Me enseño a llamarlo sin odiarlo, a buscarlo en la lejanía, a esperar en su ausencia, a conversar sin oírnos.
Hoy me senté a la sombra de un verso a mirar el horizonte. A mirar como lentamente el día daba paso a la oscuridad, y con ella sus lunares luminosos que cercaban la vista infinita, acogiendo las plegarias de la tierra que mantiene las esperanzas de emprender su camino.
Hoy me senté a la sombra de un verso a mirar el horizonte. Y el horizonte se hizo inmenso, y el verso se oculto de la inmensidad dentro de mí…
Desde entonces me controla, y todo lo que piense, todo lo que recuerde, todas mis esperanzas, todo lo que oigo, siento, huelo y veo. Todos mis sueños, anhelos, proyectos y virtudes, todo lo que pasa en mi vida, todo me conduce a ti.
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