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Fue un largo viaje.
Salió el día anterior, con la luna observándola desde lo alto y el reloj de la estación anunciándole que ya pasaban en dos horas la madrugada (y eso que se había propuesto salir antes de que acabara el día anterior…), pero aunque estaba cansada por el viaje que tanto había durado, en cuanto el tren se paró cogió su mochila, se levanto y se dispuso a bajar del tren. Antes de hacerlo miró un momento por la ventanilla a los que ya habían pisado aquella estación bañada por el sol de la mañana, que hacia poco mas de una hora había decidido iluminarla, ellos encontraban a sus familiares y amigos esperándolos, recibían un fuerte abrazo y numerosos besos nada mas bajar del tren, sentía añoranza que confundía con envidia.
Se deslizó silenciosamente por el pasillo que la separaba de la salida y más tarde de tres o cuatro escalones que la hacían volver a pisar la realidad.
No había nadie esperándola, nadie le daría un beso, ni siquiera un abrazo, nadie le diría que la había echado de menos o que se alegraba de verla, y ella lo sabía, sabia que no había nadie ni nadie vendría. Aún así se quedo allí de pie, en mitad de la estación, el sol le regalaba toda una mañana en soledad, con recuerdos disfrazados de envidia.
Puso su mochila en el suelo y se quedo allí, apoyada en una maquina de esas que por una moneda te dan un lata de refresco, decidió pararse allí a esperar.
Ninguna persona, de todas las que pasaban por allí, se fijo en ella, no la miraban, no les importaba, no era mas que una muchacha que aprecia estar esperando a unos acompañantes que todavía no habían llegado, algo normal; lo que no sabían es que no iba a venir nadie, que nadie sabia que había llegado a esa estación, nadie sabia que había echo ese viaje, nadie se preocupaba por ella, a nadie le importaba, por eso se había ido, no se puede decir que hubiese huido, ella no lo sentía así, tampoco es que hubiese escapado, al fin y al cabo era feliz, tenia una vida normal, mas bien necesitaba escapar para comprobar que no había nadie esperándola en la estación al bajar, tras un largo viaje, de su tren.
No sabia cuanto tiempo llevaba allí, puede que tan solo unos minutos, quizás horas, pero si alguien le hubiese preguntado en que pensaba le habría contestado “nada” y aunque no la hubiesen creído decía la verdad, no pensaba en nada pues no era su mente la que contestaba a la pregunta que se había echo, esa ya estaba contestada y la respuesta era nadie, no le hacia falta pensar mas…
- Lo siento, pero es que había un atasco y he tardado un poco mas en llegar, además tengo que reconocer que tarde un poco en saber lo que te proponías…
- Es imposible… ¿Cómo sabias que estaba aquí?
- No lo sé, solo lo sabia.
- No lo entiendes, aquí no hay nadie…solo yo. Una puerta cerrada y sin salida, para no poder escapar.
- Pues ábreme la puerta y déjame entrar en tu vida, ¿O tengo que superar alguna prueba mas?
- No, el único requisito para abrirte era que encontraras esa puerta y llamaras a ella.
- Demasiado simple para ti, ¿No crees?
- Yo también necesito alguien que me quiera…

La cogió de la mano, siempre le había parecido que era ella quien iba a guiar sus pasos, la que reenseñaba el camino correcto y ahora comprendía que lo único que necesitaba era que la cogieran de la mano y le dieran un beso.
El amor para ella era eso, que fuera a buscarla a la estación, y él nunca, hasta ahora, lo había comprendido…

Texto agregado el 19-02-2006, y leído por 172 visitantes. (0 votos)


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