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Reynaldo

Vivíamos en un barrio de calles de tierra y campito para jugar, desde que nací hasta los 12 años. Cuando nací, una de las vecinas, Pili, me cuidaba cuando mi mamà salìa a entregar o buscar trabajo. En esa época era una adolscente, sus padres, no recuerdo sus nombres, solo que mi mama me había inculcado decirles “mamina” y “papino” eran una especie de padres adoptivos para mi madre, ya que ella había dejado su casa al otro lado del océano, y la nostalgia la obligaba a buscar sustitutos afectivos. Este matrimonio con una hija, eran muy especiales para ella, les tenía gran respeto y compartían mucho tiempo juntos, por lo que yo también solía pasar con ellos muchos momentos, sobre todo las tardecitas, donde las mujeres se juntaban a hacer manualidades (mi mamá las terminaciones a mano de su trabajo) y charlaban largo y tendido. Yo veía a Pili con cierta admiración porque era grande y compartía la rueda de charla, yo, en gral, me aburría mucho. Por lo tanto me sentía siempre bastante ajena a esa relación.
Pasaron los años, Pili se casó con Reynaldo, ellos se hicieron una casita en el mismo terreno de los padres, por lo tanto los veíamos con la misma frecuencia. De pronto me di cuenta que Pili tenía una enorme panza, y decían que iba a tener un bebe. Todos estábamos muy movilizados por la llegada del hijo. En esos meses no se hablaba de otra cosa. Mi lugar en esta situación, era, como siempre de simple espectadora y de pescar lo que pudiera en las conversaciones, jamas me contaron nada, yo solo oía, yo solo suponía, yo solo callaba, que era la postura más cómoda que pudiera encontrar pues, caso contrario, si preguntaba, si opinaba, si notaban que estaba prestando demasiada atención, enseguida se hablaba de otra cosa, me hacían callar o me soltaban una mentira para disimular el verdadero tema.
Reynaldo era un muchacho encantador, le caía bien a todo el mundo. Se había ganado la confianza de todos, además disfrutaba cuidándome alguna que otra vez, cuando mi mamá necesitaba.
Al nacer el bebe comencé a hacer más frecuentes mis visitas, era hermoso, me encantaba, realmente lo quería muchísismo, y veía que todos estaban dedicados a él. Alguna vez, estando sola con él, le apretaba fuerte la manito hasta que protestaba, en ese momento no sabía por qué lo hacía, pero, claro, estaba celosa. Quizá, Reynaldo, el amoroso muchacho lo percibió y empezó a contarlo a vivas voces, burlándose de mí. Esto fue terrible para mí, fue humillante, y claro, bajo el régimen de silencio que me habían impuesto, me volví más introvertida y ajena, ya no disfrutaba de esos encuentros. Volví a visitar a los papinos solo cuando no había más remedio porque mi madre me llevaba.
Habían pasado unos meses, creo, porque el bebe tomaba mamadera y un día….
Llego yo, muy tranquila, una tarde a la casa de los papinos, cuando de golpe, Pili, empezó a proferir reclamos, preguntas, reproches… así, todo junto, yo me quedé dura de sorpresa, no entendía nada.
-¿Qué pasó con la mamadera? Yo la había dejado aquí sobre la mesada, preparada y ahora está vacía.
Nadie pudo contestar, ni yo. Yo ni siquiera la había visto. Estaba allí como de costumbre mirando al bebe y de pronto todo eso. Me sentí realmente desconcertada, no era capaz de comprender el motivo de la ira de Pili.
Lógicamente, no para mí, después de discutir acaloradamente sobre la desaparición del contenido de la mamadera, todas las miradas me apuntaron,
Claro que yo lo negué a muerte, lloré, grité, tuve un berrinche muy propio de una criatura muy sumisa y reprimida que de pronto se ve acusada siendo inocente. Me mantuve en esa actitud hasta el final….. pero, los adultos tienen sus lógicas, así que sacaron sus propias conclusiones:
-“ La Leletta, se tomó el biberóm porque está celosa.”
Y así quedó nomás, para toda la familia e incluso para mi mamá yo había sido la responsable y no lo admitiría jamás porque soy cabezadura y además me habían descubierto en una falta terrible.
Pasaron los días, el episodio láctico quedó en el recuerdo y la convivencia continuó su ritmo normal.
Algunas tardes mamina y papino dormían la siesta, entonces yo me quedaba con el joven matrimonio. Y otra veces, Pili, salía y entonces me quedaba con Reynaldo para cuidar al bebe mientras él trabajaba (tenía un taller de compostura de calzado en su casa.)
No sé con qué frecuencia se daban estos encuentros, supongo que bastante aislados, y ahora cuando pienso en ello, recuerdo (o quizá son agregados de mi propia fantasía) a Reynaldo recibirme con mucho cariño, demasiado cariño, demasiada atención, y esto era muy novedoso para mí, porque en líneas generales nadie se preocupaba demasiado de mí, de pronto empecé a sentir cierto protagonismo. Cuando llegaba a la casa, por sugerencia de mi madre ( quizá le interesaba mucho quedar bien con la familia y me mandaba para que cuidara al bebe o quién sabe qué acuerdos tenían entre ellos que yo ignoraba. ) Reynaldo, si estaba solo, me abrazaba, me daba besos, me acariciaba todoel cuerpo y me susurraba palabras amistosas. Claro, esto no empezó de golpe, solo que de pronto me empezó a molestar tanto manoseo.
Otro día, tuvo que cambiar al hijo, así que me hizo pasar al dormitorio y con un gran aire educativo me empezó a mostrar los genitales del pequeño y me explicaba muy seguro de sí mimo sus funciones, sus nombres, hasta me hizo tocarlos, diciéndome que eran muy delicados y había que acariciarlos suavemente.
Todo era muy raro para mí, no sabía cómo interpretar su conducta, que curiosamente camiaba totalmente enfrente de los demás, a solas todo ternura, frente a los otros una indiferencia total.
Cuando me empecé a sentir molesta con esto, mi madre estaba totalmente en el limbo, cada tarde me decía que vaya con Reynaldo, y yo ponía excusas para ir.
Era peor, me insistía para que vaya, por eso sospecho que Reynaldo la tenía manipulada también a ella. Finalmente obedecía e iba a la sesión de juegos sexuales que el joven tenía preparada para mí. Llegaba y de a poco empezaban las caricias, me llavaba a su dormitorio, donde dormía el bebe, me pedía que le toque los genitales, lo cual yo hacía con un movimiento rápido, pensando “hago esto y me deja tranquila”, pero, no, cada día avanzab un poquito más, me tocaba bajo vientre, me pedía que me baje la bombacha para verme. Cambiaba al hijo y le provocaba una erección para que yo viera mientra me contaba que a él le pasaba lo mismo, que si yo lo acariciaba mucho y suavemente le iba a pasar eso, e insistía para que lo hiciera, yo me sentía aterrada, muchas veces salía corriendo y le decía a mi mamá que Reynaldo estaba durmiendo….
Otra tarde, otra tortura, bajo presión tenía que ir a estar con Reynaldo. Reynaldo atacaba con todo, besos, caricias en el pecho chato, en las nalgas, en el vientre.
Esa tarde, suavemente me acostó en la cama, me bajó la bombacha y sacó su miembro, se acercó y suavemente lo apoyó sobre mí…. No sé qué pasó, no sé cómo salí de eso, no lo recuerdo, no sé si desistió porque hebré estado por estallar en lágrimas, o si todavía no era el momento. Indudablemente este era el preparativo final, supe que la próxima vez iba a penetrarme, ya no había ninguna duda de que aquellas prácticas eran insanas, supe que si no me salvaba yo, nadie lo iba a hacer, estaba totalmente vulnerable y a su disposisción, creo yo, que al ver que me iba sometiendo de a poco, seguía bastante sumisa, no decía nada y aceptaba pasivamente sus caricias, el creería que me estaba seduciendo. Se ve claramente que nadie me tenía en cuenta y que no podía contar lo que me estaba pasando, yo no entendía qué era, a mí no me gustaba, pero no podía hacer nada al respecto. Sin embargo, una fuerza arrasadora salió de muy dentro mío cuando mi madre me pidió que vaya a la casa de los vecinos. Me negué, casi enroscada, con la cabeza metida en el pecho, sabía que se aproximaba una gran tormenta.
Milagrosamente mi madre se interesó, me preguntó por qué no quería ir. Tímidamente y creyendo que me iba a retar o algo así, digamos que con culpa, empecé a balbucear alguna cosa:
-“No me gusta ir porque me toca”
-¿Cómo te toca?
-Me muestra el pito….
-¿?????
-Sí, me sacó la bombacha…
-¿¡¡¡¡¡??????!
-Sí, me acostó en su cama…
-Sí, apoyó su pito en…

Nunca la vi tan sacada en mi vida.Me agarró de un brazo, cruzó la calle y entro a la casa como una fiera, arrastrándome. Y me confrontó con la familia. Todos dijeron:
-¡No!
-Esta chica fantasea.
-¡Imposible!
-¡¿Vos estás loca!?
Y la discusión seguía despareja, desafiante, acalorada. Y yo moría por dentro. Todos gritaban, todos hablaban al mismo tiempo, y yo asilenciada para siempre.
De lentre el griterío alguien dijo:
-¿Te acordás cuando se tomó la mamadera? Nunca admitió que lo había hecho. Es una mentirosa.

Por supuesto que nunca más nos visitamos, ni nos hablamos, ni nos saludamos con ningún miembro de esa familia.
Pero, allí se construyó un muro siniestro, nunca jamás se tocó el tema. Mi papá jamas se enteró de nada. La vida siguió normal como si esto que cuento hubiera sido una simple diferencia de opiniones sobre política, religión o fútbol.
Cuando crecí y comprendí la secuencia perversa del abusador, no tuve con quién hablarlo.
Lo peor para mí, fue que años más tarde, yo era ya una joven adulta me encontré con Pili en la calle, ella me habló, por primera vez después de la discusión, me saludó, me preguntó cómo estaba… y yo le ocntesté amigablemente, sin ningún comentario como si nada hubiera pasado.
Y hay otra cosa, nunca pude decirle a mi madre que yo no me había tomado la mamadera, y que Reynaldo había abusado de mí, era tan impenetrable el muro…
Cuando me puse de novio con el que fue mi marido, quise contarle algo de esto. Empecé a hablar y me encontré con otro muro.
Aprendí a dejarlo en el olvido, en esta etapa de mi vida sé que tengo que hacer algo, Reynaldo no se puede morir sin antes saber de mí.

Texto agregado el 19-02-2006, y leído por 180 visitantes. (0 votos)


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