Acompañé, a un amigo fanático de las carreras de caballos, por una semana al hipódromo, la mejor vista era bajo la caseta de transmisiones y allí nos instalábamos; en una esquina y cada día, un par de curaditos (borrachines) pasaban sus tardes haciendo chasquear sus dedos y tirando tallas (bromeando) a diestra y siniestra haciendo de esa velada algo más entretenido.
Cada vez que el locutor, al dar comienzo una carrera gritaba: “paaaartieeeeron”, el par de borrachines exclamaban al unísono “a tu hermana” haciendo reír a carcajadas a la multitud asistente. Cierto día, el locutor ya cansado de las bromas decidió cambiar el grito de partida y esta vez gritó: “aaaarraaancan” y el par de borrachines al instante gritaron “los que partieron a tu hermana”