Pedro esta esperando pacientemente la llegada del metro que lo llevara de regreso a casa, después de un cansado día de colegio. Escucha música, y se entretiene mirando distraídamente las personas que van de un lado a otro de la parada. Por fin asoma, se sube acomodándose en un asiento, al lado de una señora con un bebe dormido en brazos. El trayecto no es largo, pero tampoco muy corto, unos 20 minutos si todo ocurre con normalidad. Al poco rato de ponerse en marcha suena su móvil. Como suele ocurrir todas las miradas van a parar al dueño del aparato. “Diga?”, pero al otro lado nadie contesta, el teléfono esta mudo y el cuelga con fastidio. Al instante suena de nuevo, y de nuevo todas las miradas se vuelven hacia el. Diga? Quien es?, nada, no hay respuesta. Empieza a enfadarse. No sabe quien puede ser, pues a esa hora todo el mundo que lo conoce sabe que esta de camino. El teléfono vuelve a insistir de nuevo. Por supuesto ya hasta las personas del vagón quieren saber que pasa. Diga? Ya el tono de voz no es de normalidad como al principio, ahora ya esta enfadado por no obtener contestación. El bebe se despierta, sobresaltado por la subida de voz que pedro ha empleado en contestar, rompiendo a llorar. La madre lo mira con disgusto, ha asustado a su pequeño. Como sigue sin tener contestación, decide que lo mejor es apagar el aparato para que no vuelva a sonar, pero no le da tiempo y este emite de nuevo la melodía. Ya no sabe que hacer, si contestar o no. Apretando el botón, se dice mentalmente que es la última vez. Descuelga y no dice nada, solo espera. Al otro lado se escucha una voz.
--Pedro?
--Si, soy yo. Quien es? Se queda como parado pues no esperaba respuesta.
--Pedro eres tu? Le pregunta la voz que no reconoce. Es una voz dulce y suave de mujer, una voz melosa que le produce una especie de escalofrió aun no sabe porque.
--si, si soy Pedro.
--Solo quería decirte que te queda poco para llegar.
--Como? Responde sin entender nada. Ni sabe quien es la persona que habla con el, ni sabe porque le dice algo que ya sabe.
--No tengas miedo y cuando llegues no te asustes.
Ahora empieza a sentir como una especie de miedo, nota que esta comenzando a sudar, no entiende nada de nada Se corta la conversación y se queda mirando el teléfono sin verlo. Apenas quedan 5 minutos de trayecto. En sus oídos resuenan una y otra vez las ultimas palabras “cuando llegues no te asustes”
En esos últimos minutos de trayecto piensa de todo, que el tren no llega, que tiene un accidente, que hay una bomba, y hasta que es una broma que seguro le están gastando, aunque esto ultimo no lo tiene muy claro dado el desasosiego que siente en su interior.
El tren llega por fin a su parada, y el se baja sintiendo como todas las miradas se clavan en su espalda. Suspira aliviado al encontrarse en suelo firme, se dirige caminando a paso ligero a la salida. Ya solo le separan de casa unos metros. Tiene ganas de llegar.
Conforme se acerca a casa va sintiéndose mejor, pero enseguida comienza de nuevo el desasosiego cuando ve que las luces no se filtran por las ventanas, que normalmente están encendidas. Esta nervioso y casi no puede ni meter la llave en la cerradura. Abre la puerta despacio.
--Mama? Llama antes de cerrar, esperando escuchar una voz que le tranquilice. Hay un silencio total, no se escucha nada de nada.
--Papa? Vuelve a decir ya asustado del todo. Por fin se decide y enciende la luz, sin saber porque de ese silencio en unas horas poco acostumbradas a ello.
Al mismo tiempo que le da al interruptor se encienden todas las luces del salón.
-- SORPRESAAAAAA, y un montón de personas aparecen ante el con gorritos de fiesta y todo YA LLEGASTE le dicen y entonces entiende…..Es su cumpleaños.
Y es que hay veces que uno no se acuerda ni en el día que vive
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