Debo confesar que tenía miedo, la soledad y ante todo la oscuridad hacían de mis noches un episodio mas de tortura y dolor… debo confesar que el refugio en el que me resguardaba de mis miedos y sueños, era pequeño y misterioso… debo confesar que no era este el concepto que tenía de retribución y buena vida después de un arduo caminar… debo confesar que estoy triste, sola, histérica e impotente…. Debo confesar sencillamente que el dos, lo mejoró todo.
Ahora la vida es algo confusa y en el fondo no entiendo las extrañas circunstancias que me llevan a escribir esta carta, pero siento la necesidad de expresar los sentimientos ocultos en esta dimensión en la que no soy dueña de nada; ni siquiera de los ojos que me muestran el camino de vuelta a casa.
He estado pensando en tantas cosas que me resulta de gran complejidad empezar a mencionar los pensamientos ocultos, porque aunque no lo parezca, en mí reposan algunos secretos que no quería descifrar ni descubrir, pero como lo dije antes, no soy yo… o por lo menos, no en mi totalidad.
El cambio ha traído una serie de ventajas más que desventajas, pues me siento alegre con las mañanas y las noches, corro y el calor de la luz de mi lámpara no me hace falta.
Es tarde y los recuerdos comienzan a posicionarse de mi mente, me siento triste por no estar ahí, auque por una esquina de mi ventana te veo venir, estás pálido y algo delgado, pareces agotado por las labores de tu día y mi casa te espera…
Abres la puerta como todos los días y me miras con un gesto de asombro, estas confundido y lloras de la emoción, corres, me abrazas y me das un beso, me halagas y me siento nuevamente joven, el pasado ha pasado –te digo –, y me siento en el suelo como en los viejos tiempos, pelo una naranja y comiéndomela me dices que jamás me dejarás sola, que la vida no será nunca mas igual y que recuerde lo que siempre me habías dicho… “mientras yo viva, usted no va a estar sola…”
Nos ponemos a reflexionar sobre estas palabras y descubro en el fondo de tus palabras un sentimiento de culpa por lo que ha pasado, aunque no es tiempo para que lo sepas; por ahora solo me interesa desahogarme, contándote mis penas y diciéndote que de haber sabido que el destino se tornaría de ese color, no te dejaba partir.
Me encanta ver ese rostro, es hermoso y feliz… has caminado bastante y sigues igual que ayer… el cuerpo se desvanece, siento que me desmayo de la emoción, el corazón me late a mil revoluciones y quisiera llorar, pero no quiero que me veas hacerlo… como es eso que tu me llevas en ti… -te pregunto como para calmar los ánimos-, y tu comienzas a hablar de algo sobre la mente y el gran poder que hemos logrado junto; para ser sincera no te pongo mucha atención porque se que al final va a ser muy poco lo que te voy a entender… es como una visión la que veo cuando hablas y mis ojos no dan mas, quieren gritar, revolcarse, llorar con furia y a toda voz; pero no eres tu tan maduro como para entenderlo, así que ¡despierta!, ¡despierta!...
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