Quisiera compartir con ustedes unas palabras anónimas que fueron escritas en las criptas de la Abadía de Wetminster en el año 1100 y que espero sirvan para un momento de reflexión: "Cuando era joven y libre, y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo. Al volverme más viejo y más sabio, descubrí que el mundo no cambiaría, entonces, acorté un poco mis objetivos y decidí cambiar solo a mí país. Pero también él parecía inamovible. Al ingresar en mis años de ocaso, en un último intento desesperado, me propuse cambiar solo a mi familia, a mis allegados, pero, por desgracia, no me quedaba ninguno. Y ahora que estoy en mi lecho de muerte de pronto me doy cuenta. Si me hubiera cambiado primero a mí mismo, con el ejemplo habría cambiado a mi familia. A partir de su inspiración y estímulo, podría haber hecho un bien a mi país, y quien sabe, tal vez incluso habría cambiado el mundo"
El hombre se ha vuelto cruelmente materialista, es lo que posee y mientras más tiene más se autoconsidera. Pero aún, el sistema premia y recompensa al que más acapara. Es tal como si faltase algo en la formación de ese hombre, que le impele hacia el ciego egoísmo desprovisto de ideales superiores. ¿No es tiempo ya de incluir en aquélla formación que se brinda fuera de la familia los elementos necesarios para lograr un individuo humanísticamente más refinado? Aquí es donde aparece la palabra Trabajo. Trabajo para edificar una mejor humanidad, trabajo para sembrar en cada profano la semilla del humanismo que a todo ser impregna, trabajo porque creemos en la capacidad del hombre para superar cada crisis que se le presenta, trabajo para justificar nuestra existencia, pues sin él, solo podremos ser vanos pensadores, recluidos en el interior de nuestros cuerpos-templos ajenos a nuestra realidad. Trabajo para penetrar en nuestro propio interior y más trabajo para poder salir de él. La gran obra que nos vienen indicando desde tiempos inmemoriales los altos maestros, ha de ser nuestra finalidad, no una quimera sino un desafío que ha llegado la hora de cumplir. Salgamos a justificar nuestros ideales con trabajo, desde ésta página o desde donde nos toque, para así podernos llamar a nosotros mismos Hermanos. La vida nos habla de volver nuestra vista hacia nuestro interior, él conocernos a nosotros mismos, si hemos de comprender los conflictos profundamente arraigados en el individuo y por consiguiente de la sociedad, pues cada uno de nosotros "es el mundo".
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