Se la llevaron de urgencia a la sala de maternidad.
Se suponía que tenía que nacer, al menos, un mes más tarde. Los doctores así se lo habían dicho.
Era una niña ella casi, pero un error en el camino, una noche que volvía a casa, le trajo cómo resultado una bebita no esperada.
Ella quería que fuera un varón. Que fuera fuerte, que creciera sano. Que jugara al fútbol como todos los otros varones que ella conocía. Pero cuando supo q era una nena, queria q tenga su dulzura, su paz.
No le importaba que no tuviera padre. Ella sabía que la iba a poder criar sola. De hecho, ella quería criarla sola.
En casa la esperaba su madre que estaba totalmente encontra de su embarazo.asi que ese día no quiso ir con ella porque increiblemente pensaba q ese embarazo era mentira.. Al final de cuentas ella había llegado por sus propios medios hasta el hospital que quedaba como a un kilómetro de distancia. Qué más le costaba ahora cuidarla ella misma a la niña.
Estaba subida a la camilla ahora, y la llevaban casi volando a través del pasillo blanco y luminoso. Se encontró pensando en cómo sería la cara del bebe, cómo sus manitos; cómo sus abrazos y cómo sus besos y caricias. Llegó rápidamente frente a dos puertas muy grandes color ocre, que se abrieron al golpear la camilla con la madera. La acomodaron cerca de una de las camas que estaban libres en la habitación y con el coro del un, dos, tres de los enfermeros, la pasaron de la camilla a las suaves sábanas de la cama.
Allí esperó al médico.
Un momento más tarde llegó una señora alta, con el cabello castaño recogido y un guardapolvo blanco largo hasta la cintura. La saludo con la mirada, una mirada tan bondadosa y cariñosa como jamás le habían demostrado, de alguna forma, era la mirada de mamà que necesitaba en ese momento. Tenía las manos mojadas, y chorreantes de agua.
La saludó y le dijo con una voz dulce: "No te preocupes nena, todo se va a terminar pronto. Decime, ¿dónde está el padre?"
Martina hablaba por primera vez. "No, el padre no está. Fue por violación. ¿Cuánto va a tardar esto? Quiero verla ya"
Comprensiva la doctora comenzó con el procedimiento. La acostó en la cama, le dobló las rodillas y le abrió las piernas.
Llamó a una enfermera, que le agarró fuerte la mano a Martina y le dijo "Cuando yo te diga, empezá a empujar fuerte. Hace mucha fuerza"
Pasó un rato, en el que Martina sentía cómo si le fuera a desgarrar las entrañas la beba que llevaba dentro y después escuchó gritar a la médica "¡PUJÁ FUERTE NENA!"
No sabe cuánto tiempo estuvo así. Le dolía todo el cuerpo y en especial el bajo vientre. Le apretaba con tanta fuerza la mano a la enfermera que sentía, bajo sus dedos, los de la señora desarmarse con facilidad.
Pensaba ya que se iba a partir a la mitad o que se iba a desangrar por entre las piernas cuando sintió que un calor le recorría todas las extremidades. Tenía los ojos cerrados pero oía las expresiones de asombro que emitían todas las voces de todas las personas que habían allí, mirando expectantes. La doctora seguía ocupada con el trabajo de parto, pero no podía creer lo que sus ojos estaban observando.
La beba tenía la cabeza y los hombros fuera del cuerpo de la madre, y asomábanse de su espalda un par de grandes alas. Dos alas blancas y emplumadas. Suaves y aterciopeladas al tacto. Un poco manchados de sangre.
Cuando la nena terminó de salir, Martina se desarticuló en la cama, sintiendo un gran alivio repentino y las ansias de abrir por fin los ojos y encontrarse con su bebe.
La enfermera fue hasta el armario, trajo una toalla rosa, se la entregó a la doctora y juntas envolvieron a la nueva mujercita.
Era una ternura verla abrir los ojos y mover las manos en busca de su madre.
Con la cara completamente sonriente y los ojos radiantes de felicidad la doctora le entregó la niña cuidadosamente y antes de irse le dijo a Martina: Felicitaciones!; es un angel.
No supe nada mas de martina, se fue del pueblo. de vez en cuando cuando veo a la madre le pregunto por ella y por su bebe. pero nada contesta. Aun tengo la duda si seguiran juntos, que habra pasado.
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