La ambulancia entró deprisa al hospital central llevando a Gloria en la camilla, sus brazos inyectados casi no respondían a los medicamentos ni a la respiración artificial. Junto a ella su esposo Carlos la llevaba de la mano gritando: - ¡Sálvenla se los suplico! – con su voz enrojecida que no dejaba de vociferar – La trasladaron rápidamente por los pasillos hasta la sala de cirugía, entre los gritos de Carlos y las enfermeras que no cesaban en su andar. El túnel se iba cerrando a medida que su cuerpo se perdía entre el tumulto, sólo restaba esperar dentro de esas paredes dolorosas. Los gritos en la habitación 404 llamaron su atención y mientras Carlos asomaba sus ojos por la puerta, un anciano con sus manos aferradas a la cara bajo el color entristecido de la pieza y la temeraria incertidumbre de una vida, se impregnaron en su rostro para hacerlo estremecer aún más. Se acercó despacio con las piernas entumecidas: - ¿Señor, puedo ayudarlo?- mientras los ojos del anciano tomaban distancia para verlo bien –
- ¿Sos vos Juan? – le preguntó con un dejo de alegría –
- No, soy Carlos un paciente...
- Juan al fin volviste de la guerra – insistió el anciano con sus pupilas casi ciegas – Puedo sentir tu aroma recorriendo la sala, hace tanto que esperaba...-
Carlos había callado, temía no decirle la verdad aunque también sacarle la ilusión antes de la muerte, entonces dijo:
- Sí regresé hoy porque mi esposa tuvo un accidente
- Ah, tu mujer, ¿Qué le ha pasado?
- Está en la sala de operaciones una motocicleta no la vio... – Sus labios habían quedado enmudecidos, le estaba contando su peor momento a un desconocido-
- Entiendo Juan, todo saldrá bien ya lo verás – Y con los ojos cansados se recostó para seguir hablando –
- Hoy no me puedo quejar, antes de mi muerte al menos mi hijo vino a saludarme
A Carlos el dolor y la injusticia siempre lo habían superado, pensaba en el verdadero hijo del anciano sin volver, dejando a una persona así antes del final.
Los doctores entraron en la pieza con su ronda de guardia, el anciano observó unas pequeñas manchas a manera de cuerpos con delantales blancos, mientras murmuraba: -Yo estoy bien no quiero revisación, mi hijo ha vuelto, ahora podré descansar en paz - Los médicos le tomaron la presión y la fiebre anotando las cifras en una planilla, aunque para ellos ya era un desahuciado. Carlos había esperado afuera con los nervios ahora más acrecentados: - ¿Doctor, perdón pero qué tiene este paciente? – preguntó con ansiedad –
- ¿Usted es pariente?
- No, bueno sí – se contradijo Carlos –
- ¿Sí o no? – aseveró el médico –
- Bueno él cree que lo soy y como su hijo nunca ha venido...
- Entiendo, bueno es un caso de abandono por parte de su hijo desde hace un par de años, creo que no le interesa vivir, además del carcinoma que tiene dentro de sus córneas.
Carlos detuvo su mirada junto a las palabras del médico, justo cuando del quirófano volvía la camilla con los enfermeros:
- ¿Y Gloria?, ¿Está bien? – vociferó –
- Los doctores ya vienen para hablar con usted – respondieron los enfermeros-
- ¿Pero y ella...? – La expresión del médico le decía todo mientras venía caminando hacia él-
- ¿Doctor? – Gritó aturdido –
- No hubo nada que hacer señor, casi estaba sin vida cuando entró al hospital, sus signos vitales estaban demasiado bajos...
Carlos permaneció en un silencio sepulcral durante el tiempo en que el médico seguía hablando, cerró los ojos en una oración de consuelo mientras caminando lentamente se dirigió a la habitación 404:
- ¡De nuevo en casa! - Lo saludó el anciano... -
Ana Cecilia.
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