La muerte no cuadra
No se me ocurría nada para el cuento. El editor estaba a punto de crucificarme y su apremio era mi desesperación.
De pronto lo vi delante. Era un tremendo camión con tres grandes troncos encima, dos en la base y otro arriba, en medio. Formaban los tres una grotesca mueca como sonriendo ante su suerte muerta.
De pronto se me ocurrió, escribiría un cuento sobre un conductor que oye por la radio que un coche ha sido embestido por un camión, cargado de troncos de sonrisa grotesca. En la radio daban modelos y matrículas que coincidían con los del conductor y este impresionado al oír radiada la noticia de su propia muerte, perdía el control del vehículo y se mataba. Pero algo no me cuadraba puesto que si el conductor perdía el control y se mataba no era posible que fuese embestido por el camión. Bueno, ya acabaría de pulir los detalles y hacer cuadrar todo ante el ordenador.
Aceleré con las prisas de la inspiración y adelanté al camión, volví al carril y lo vi aún cerca por el retrovisor. En ese momento el motor se bloqueo, el coche dio un giro de noventa grados y se quedó parado, me di un fuerte golpe en el pecho y lo único que acierto a recordar es al camión de sonrisa grotesca echándoseme encima. Pero… no era posible, no cuadraba con nada del cuento y además... yo llevaba la radio estropeada

Manuel Armayones