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Inicio / Cuenteros Locales / Persival / La culpa en las manos

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Un estruendo se escucha. Martina desesperada, mira hacia todos lados, un ruido trágico se escuchó, camina unos pasos mas hacia el pasillo que está al salir de su oficina y busca el ruido, se escucha un murmullo penetrante de alguien que pareciera poseído por el mismísimo diablo. ¡Pum! Nuevamente el mismo ruido, como si un martillo del tamaño de una persona se estrellara contra el piso. Martina golpea la puerta, y con las manos temblorosas decide colocar, primero la izquierda sobre el picaporte, luego la derecha arriba del mismo, el murmullo sigue, su cabeza pasa la línea de sus manos, e intenta abrir despacio de modo que no llame la atención su entrada. ¡Pum! Martina lanza un grito, accidentalmente abre la puerta y cae al piso, el murmullo para.
A Martina se le escapan unas lágrimas de temor, mientras se protege en el suelo con la cabeza entre las rodillas y las manos cerrándolas. Escucha pasos de aproximación.
Le tiran de los pelos y la levantan con un puñetazo en el mentón, Martina lanza un grito de llanto, agudo como uña raspando un pizarrón. Levanta la mirada y con los ojos nublados ve alienado a su compañero de trabajo, -¿Damián? ¿Qué haces?, no me lastimes por favor, ¿qué te pasa?. Se protege la cara creyendo que Damián la golpeará nuevamente. Con la mirada perdida, la piel colorada, y su ritmo respiratorio acelerado se le escucha –Ustedes se lo buscaron, yo solo quería ser el mejor, el único, pero no, ustedes siempre se tienen que meter en el medio. -¿meter en qué Damián? ¿Qué te pasa?. La golpea nuevamente, -No te di permiso para hablarme, ni mucho menos para interrumpirme ¿no ves? incluso ante algo tan evidente como por ejemplo cuando quiero decir algo tiene que haber alguien en el medio entorpeciendo mi cometido, ustedes lo sabían yo quería ser el mejor, sin embargo decidieron ponerse en mi contra, pero yo ya les llevaba ventaja.
Martina corre la mirada hacia su izquierda y ve que detrás del mostrador de la oficina hay un charco de sangre, lo examina a Damián en su murmullo pero solo ve sangre en su ropa y manos, -¿Damián? ¿Qué hiciste con el resto de los chicos?. –Ja, ja, ¿no ves? Nunca me escuchas, siempre tengo que indicarte que hacer, por ejemplo para que no me interrumpas, necesitas interrumpirme y que yo te marque que no lo hagas y para darte cuenta de lo que te dije “yo ya les llevaba ventaja” –se cita a sí mismo-, me tengo que citar a mi mismo, me quieren hacer parecer un loco, por eso que es todo estaba planeado, pienso aniquilarlos a cada uno de ustedes. -¿Damián? No me asustes, decime que hiciste con los chicos. La golpea nuevamente, -¿Sos idiota? ¿No ves? Sangre, rencor y un mensaje muy claro “yo ya les llevaba ventaja”. Martina se tira al suelo y golpea la cabeza contra el mostrador.

Abre los ojos, se despierta, mira sus manos, ya no tiemblan, pero están llenas de sangre, al igual que su ropa, se toca la cabeza y masajea la sien derecha con el pulgar izquierdo, luego lo mismo en la sien izquierda.
Se intenta levantar y con esfuerzo lo logra, está con mareos, hay un olor muy fuerte, se desestabiliza y rápidamente se agarra del mostrador, tira su cabeza para abajo y sus ojos que ven hacia delante ven un charco de sangre, empieza a vomitar, por la putrefacción inmersa en el ambiente. Camina hacia el otro lado del mostrador y ve 4 cuerpos, - ¿Maxi, Mariano y Ariel? ¿Qué les pasó?. Sale corriendo del lugar, al salir por la puerta en el pasillo le baja la presión y se desmaya.

-¿Martina, estás bien?

Texto agregado el 16-02-2006, y leído por 145 visitantes. (1 voto)


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